Cuestión de algoritmo
¿Te has planteado alguna vez cómo funcionan las apps de citas? ¿Te has preguntado cómo deciden qué hombres poner en contacto con qué mujeres y viceversa? La respuesta a estas preguntas las da un nombre con claras connotaciones matemáticas: algoritmo.
La palabra algoritmo es una palabra de origen etimológico árabe que, derivada de un matemático nacido en la Edad Media en la actual Uzbekistán, denomina a un grupo finito de operaciones que, organizadas de una manera lógica y ordenada, permite solucionar un determinado problema. Desarrollado visualmente, un algoritmo adquiere la forma de un diagrama de flujos. Los diagramas de flujos tienen normalmente un punto de arranque y un punto de cierre.
Cada apps de citas utiliza su propio algoritmo. El algoritmo para ligar utilizado por Tinder, una de las “dating apps” más conocidas, ya contaba con ocho años de edad cuando esta aplicación para ligar fue creada en 2012. El algoritmo usado por Tinder para realizar sus emparejamientos debe su existencia a la antropóloga, bióloga y experta en neurociencia de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, Helen Fisher. Fisher creó el algoritmo que actualmente emplea Tinder por encargo de Match.com, una web de citas por internet.
Helen Fisher se ha dedicado durante más de tres décadas a estudiar las claves del amor romántico desde un punto de vista exclusivamente científico. Esa experiencia permite a Fisher afirmar que las relaciones sentimentales no han cambiado por mucho que los avances tecnológicos hayan podido variar las formas de ligar.
A la hora de analizar el proceso del apareamiento y la reproducción humana Fisher ha teorizado sobre cómo el cerebro se centra en tres sistemas diferenciados. El primero de ellos es el deseo sexual. El segundo, los sentimientos románticos de amor intenso. El tercero, el sentimiento que produce el sentirse unido a una persona durante largo tiempo. Es decir: el apego. Estos tres factores, sostiene Helen Fisher, han existido siempre y siguen existiendo ahora. “Las webs de citas”, afirma la antropóloga estadounidense, “no han cambiado el amor”.
Cuatro tipos fundamentales de personas
Antes y ahora, las personas pueden clasificarse en una tipología formada por doce perfiles englobados en cuatro divisiones principales. Dichas divisiones están determinadas por la hormona que predomina en cada tipo de personas. La dopamina, la testosterona, el estrógeno y la serotonina son esas cuatro hormonas.
Según esta división, las personas en las que predomina la dopamina son personas curiosas, creativas y fundamentalmente enérgicas. Las que actúan bajo el influjo de la serotonina, por su parte, son personales tradicionales y convencionales. Analíticas, lógicas y directas serían, según la clasificación realizada por Helen Fisher, aquellas personas que muestran niveles más altos de testosterona. Finalmente, las personas en las que predominan los estrógenos son personas intuitivas y extrovertidas.
Según Helen Fisher (y ésa sería la base sobre la que sustentaría su algoritmo para emparejar personas en una app para ligar), las personas con predominio de dopamina y serotonina buscan personas de sus mismos perfiles y las personas con prevalencia de testosterona o estrógenos buscarían contrarios a ellos mismos para, de ese modo, sentirse complementados.
Para Fisher, esta forma preconcebida de buscar pareja nos viene dada por naturaleza. Otra cosa muy diferente es cómo elegimos a la persona con la que queremos emparejarnos. La revolución tecnológica y las apps de citas nos permiten poder escoger a una persona entre cientos de ellas. Esta oferta tan “sobrecargada” puede provocar sobre nosotros un par de efectos no especialmente positivos:
- Por un lado, cuesta más conformarse con alguien. La tentación de comparar y pensar que en esa oferta hay alguien mejor que quien ya tenemos está siempre presente ahí.
- Por otro, podemos padecer lo que Helen Fisher llama “sobrecarga cognitiva”. Entre tanta oferta, aumenta el peligro de la indecisión, es decir, de quedarnos clavados en la duda del quién escoger.
El triunfo del amor
En su análisis del comportamiento amoroso humano y de su evolución a lo largo de las últimas décadas, Helen Fisher ha constatado cómo, hace unas décadas, el matrimonio era concebido como el inicio de una relación. O, mejor dicho, el matrimonio era el inicio de La Relación. Así: con mayúsculas. Por eso se tenía del divorcio una idea lindante con la del fracaso absoluto, el Desastre Vital por excelencia.
Ahora, suavizada de alguna manera la visión catastrófica del divorcio, el matrimonio es contemplado por muchas personas sólo como el fin de la soltería. A ésta, por su parte, se la considera una época de experimentación. De picoteo. De ir probando en espera de lo que verdaderamente llene. Así, y respecto a la soltería, el matrimonio sería algo así como un puerto de llegada tras una navegación más o menos accidentada y llena de aventuras.
Eso sí: que poco a poco se haya aceptado como algo normal el sexo prematrimonial y sin compromiso y que se hayan derribado los tabúes respecto a él no quiere decir que el buscar con quien compartir nuestra vida hay perdido importancia para nosotros. Simplemente, lo hacemos más tarde. Empleando el lenguaje de nuestros abuelos, ahora tendemos a sentar la cabeza más tarde. Eso sí, según Helen Fisher, “el amor siempre prevalecerá” y su búsqueda siempre será para el ser humano algo insaciable y primordial.
Las conclusiones de Helen Fisher deberían ser tenidas en cuenta por todo aquel aprendiz de seductor que busque como ligar a través de una aplicación para ligar como Tinder. Conocer los procesos mentales del ser humano y sus pautas de comportamiento respecto a los procesos de emparejamiento deberían servir al aprendiz de seductor para mejorar su táctica a la hora de iniciar una estrategia de seducción. Por eso hemos decidido incluir este artículo en este blog. Esperamos que te sea de ayuda.