El baile como escarceo sexual
Oscar Wilde lo dijo bien claro: “el baile es la expresión vertical de un deseo horizontal”. Con esta frase, certera como sólo pueden serlo algunos aforismos, el poeta, narrador y dramaturgo irlandés (Wilde nació en Dublín, entonces perteneciente a Inglaterra) recalcaba algo que nunca debería olvidar un aprendiz de seductor, y es que baile y sexo están mucho más relacionados de lo que en un principio podríamos creer.
El baile es una forma socialmente aceptada de escarceo sexual. Con el baile, el cuerpo se insinúa y, de alguna manera, irradia erotismo. Hay estudios al respecto. Uno de los más significativos es el realizado por Peter Lovatt, psicólogo de la británica Universidad de Hertfordshire. Según este estudio, la cadencia de los ritmos musicales, unida a la expresividad corporal de la persona, convierten al baile en un instrumento muy útil a la hora de despertar el atractivo visual.
Para realizar su estudio, Lovatt grabó 15 formas de bailar masculinas y enseñó los vídeos a 55 mujeres de distintas edades. ¿Cuál fue la considerada la más atractiva sexualmente por la mayor parte de las mujeres? La que se basaba en los movimientos más complejos y coordinados. Esa forma de bailar no era otra que la de John Travolta interpretando a Tony Manero en Fiebre del sábado noche. Un clásico.
En el mencionado estudio, Lovatt sostiene que el baile, en algunas de sus formas, es algo así como el cortejo de las aves. Desde esta perspectiva, el baile podría considerarse un ritual de apareamiento entre las personas. Complejo, sí, pero ritual al fin y al cabo. Y dominar las reglas y los pasos del ritual puede, en algunos casos, hacer que los resultados de nuestra estrategia de seducción nos sean favorables.
Baile y atracción sexual
¿Qué queremos decir con esto? Que cualquier aprendiz de seductor debería desenvolverse con soltura a la hora de bailar. El baile puede ser una buena herramienta a la hora de seducir a una mujer. No en vano, el baile sirve para romper el hielo y para mostrar una serie de detalles que pueden decir mucho de nuestra personalidad y de nuestra manera de comportarnos. La persona que destaca bailando muestra a los ojos de quien le observa una especial conexión con su cuerpo, un dominio especial de él, algo que la persona que observa puede valorar muy positivamente en un amante. Después de todo, ¿qué mejor amante que aquél que sabe dominar su cuerpo y hacer uso de él?
Esta idea viene reforzada por un estudio realizado en la Universidad de Northumbria, en Newcastle (Reino Unido). Según este estudio, la velocidad a la que un hombre marca el ritmo en el baile está directamente relacionada con la cantidad de testosterona que el hombre posee. Siendo la testosterona la hormona que regula las características sexuales masculinas, se entiende que la mujer pueda asociar mental e inconscientemente el hecho de bailar bien con el ser un buen amante.
El mencionado estudio viene a decir que cuando el hombre baila emite señales y que esas señales dan cuenta de su vigor, de su fuerza, de su salud y también de su calidad reproductiva. Todas esas señales son captadas inconscientemente por la mujer que, de ese modo, se decide por escoger a ese hombre y no a otro como amante.
Academias de baile, escuelas de seducción
Por eso es importante, si no sabe bailar, que el aprendiz de seductor se apunte a alguna academia de baile para adquirir las nociones y el entrenamiento básico para, después, no moverse como un ganso sobre una pista de baile. Moverse como un ganso puede resultar divertido, pero no necesariamente seductor.
A la hora de apuntarse a una academia de baile o de buscar la manera de aprender, si no a bailar, sí a moverse con una mínima gracia, hay que tener en cuenta algo que nos permitirá no agobiarnos en exceso, y es que no hace falta dominar todos los bailes. Son tantos los bailes y danzas existentes en el mundo que plantearse dicha finalidad nos haría enfrentarnos a una montaña inaccesible. Tango, bachata, salsa, kizomba… son muchos los tipos de bailes que llevan la sensualidad en su ADN. Si consigues dominar uno solo de ellos puedes darte por contento. Lo que habrás conseguido sin darte cuenta al dominar ese baile es mejorar tu forma de moverte en cualquier tipo de baile. Habrás educado tu cuerpo. Lo habrás vuelto más rítmico y armónico. Y, al conseguir todo esto, habrás conseguido el que es el objetivo principal del baile en el proceso de seducción: transmitir una imagen de excelente dominio de tu cuerpo y publicitar a éste como a un valorado instrumento de placer.
Además, al bailar, y gracias al movimiento constante de nuestro cuerpo, haremos que el mismo aumente la producción de adrenalina. Ese aumento de la adrenalina tiene un efecto directo sobre nuestro comportamiento: nos hace perder la vergüenza. Eso puede ser bueno, claro; pero también malo. Liberados de las cadenas de la vergüenza podemos considerar que nuestra forma de bailar, ese modo tan peculiar y tan nuestro de mover pies y brazos, es sumamente atractiva sin darnos cuenta de que, al bailar, estamos rozando (si no haciendo) el ridículo.
En cualquier caso, si estás en la pista de baile y quieres servirte de tus recursos como bailarín para seducir a una mujer, recuerda siempre los consejos de Peter Lovatt y ten presente lo que no debes, en ningún caso, hacer al bailar. No realices movimientos al tuntún. No abras los brazos y las piernas al ritmo de la música. No te muevas de manera sincopada. Y encomiéndate a San Tony Manero o a San Danny Zuko. Que ellos guíen los movimientos de tus pies, tus manos y, por supuesto, tus caderas.