Hay cosas que, aunque sepamos que no son aconsejables, más pronto que tarde acabamos probando. O deseando probar, que, si no es lo mismo, se parece mucho. La de ligar en el trabajo es una de esas cosas. Sabemos que la oficina, el supermercado, el almacén o la fábrica en la que trabajamos no es el mejor sitio para ligar, pero… ¿hay algún lugar en el pasemos más horas y, al mismo tiempo, tengamos más posibilidades de conocer a más gente que en el trabajo? Además, en la inmensa mayoría de ocasiones, basta que confluyan esos dos vectores (estar en un mismo lugar y compartir mucho tiempo) para que eso que es la chispa se encienda y para que las posibilidades de ligar se multipliquen exponencialmente de uno modo importante.
Pero ligar en el trabajo no es lo mismo, ni mucho menos, que ligar en el gimnasio, en internet, en la biblioteca o en cualquier otro lugar. Por eso hay que tener en cuenta una serie de consejos que nos ayuden a conseguirlo.
El primero de los consejos a tener en cuenta cuando se habla de ligar en el trabajo es el de distinguir que, dentro de ligar en el trabajo, se dan varias posibilidades. Y es que no es lo mismo ligar con un cliente que hacerlo con una compañera o compañero ni tampoco es lo mismo hacerlo en un trabajo de género (que la chica a conquistar sea, por ejemplo, la única trabajadora en una empresa en la que los hombres son mayoría) que hacerlo, por ejemplo, en un trabajo en el que hombres y mujeres compartan tareas y sean, más o menos, el mismo número de personas. Los consejos que aquí vamos a dar para ligar en el trabajo, en cualquier caso, intentarán ser consejos que puedan aplicarse en situaciones más o menos estándares. De cada cual dependerá saber si esos consejos pueden aplicarse a sus situaciones personales o no.
Un consejo para ligar en el trabajo que sí puede aplicarse a cualquier situación es el de tener en cuenta que no hay que ser simpático, amable, atento y encantador tan solo con la mujer con la que deseamos ligar en el trabajo. Hay que serlo con todas y cada una de las mujeres que coincidan en ese puesto de trabajo. ¿Por qué? En primer lugar, porque nunca hay que cerrarse puertas. En segundo, porque siempre hay mujeres que, por hache o por be, intentan, si pueden, fastidiar a las demás y robarles la pieza. Nunca hay que despreciar el poder de los celos ni el de las envidias personales. Beneficiarse de ellos o de ellas resultará siempre más inteligente que no hacerlo y perder la baza que unos y otras pueden poner en nuestra mano.
Reglas para ligar en la empresa
Dicho esto, deberán seguirse los siguientes consejos para ligar en el trabajo:
- Es importante publicitarse bien. ¿Cómo? Mostrando la mejor imagen posible de uno mismo. Generar una buena impresión es capital y para hacerlo no solo hay que contar con la apariencia física: hay que recurrir a la empatía, la simpatía y a muchos otros conceptos que están relacionados de un modo más o menos directo con las habilidades sociales y de los que, en mayor o menor medida, ya hemos hablado en algunos artículos de esta web.
- Hay que tener siempre presente que los asuntos laborales, cuando se quiere ligar en el trabajo, pueden ser una especie de camino que nos conduzca a hablar de otros temas más personales y cercanos. Cualquier tema de conversación puede servir de excusa para llegar a otro si se sabe conducir la conversación, como quien no quiere la cosa, hacia ese otro tema.
- Para acercarse a la persona con la que se quiere ligar en el trabajo hay que crear la confianza necesaria y buscar las ocasiones propicias para juntarse con ella y cruzar unas palabras. Conseguir que el comunicarse con esa persona se convierta en una especie de hábito, una rutina más del día a día, es uno de los pasos importantes que hay que dar para ligar en el trabajo. Para ello es importante encontrar el momento adecuado. El inicio o el fin de la jornada laboral, así como el tiempo para comer (si no se realiza jornada intensiva), pueden ser buenos momentos para acercarse y abordar a esa compañera de trabajo que nos atrae.
Ligar en el trabajo acarrea varios riesgos. Uno de ellos es el de, como suele decirse, estar expuestos a la mirada de los compañeros. Y, lo que es peor, a la de los jefes. Para éstos, las relaciones entre compañeros de trabajo tienen otro nombre: “descenso de la productividad”. Y, no lo olvidemos, una empresa no es una ONG que da trabajo a sus empleados por motivos filantrópicos. Toda empresa tiene una finalidad: producir. Que la productividad descienda es uno de esos factores que, tarde o temprano, acaban afectando a la salud económica de la empresa. Por eso, cuando se quiere ligar en la empresa, hay que disimular. Demostrar a una persona que nos interesa y, al mismo tiempo, conseguir que ese interés pase desapercibido para la gente que nos rodea es difícil, pero hay que intentar encontrar el punto exacto en el que ese interés no aparezca expuesto ante los demás de un modo exageradamente patente. No sería aconsejable, por supuesto, estar continuamente mirando a la persona que nos gusta y menos todavía con esos ojitos de “cordero degollado” que se nos pone a más de uno cuando tenemos enfrente a la persona con la que queremos ligar.
Para asegurar esa discreción es fundamental ser absolutamente reservado. Es decir: mejor no contarle a nadie de la empresa que estamos interesados en conquistar a X. Aunque, seamos sinceros y no nos engañemos, es probable que casi todos sepan de ese interés.
Finalmente, y aunque pueda parecer un contrasentido, hay que acabar convirtiendo en máxima, siempre, la siguiente frase: “para ligar en el trabajo hay que salir del trabajo”. ¿Qué se quiere decir con eso? Que en el horario laboral, habitualmente, no hay espacio ni tiempo para el relax. Que siempre hay que estar alerta. Por eso es importante (capital) fraguar un encuentro fuera de la empresa. Puede ser a tomar una copa cuando se acaba la jornada (es lo más socorrido y lo que, por regla general, da mejor resultado) o puede ser conseguir una cita para ir al teatro, al cine, a ver un espectáculo, a cenar. En la pirámide de todos estos intentos de verse fuera de la empresa se encontraría el que ella aceptara acudir a nuestra casa para que nosotros le preparáramos la comida o, mucho mejor, la cena.