El peligro que entrañan las personas tóxicas

Lo has dicho, de un modo a otro, a tus amigos y amigas: me da miedo iniciar una nueva relación. No sirvo para ello, añades. La última experiencia lo demuestra, apuntas. Si no salió bien lo mío con X fue por mi culpa, remachas. Y, tras exponer ese pensamiento, con la autoestima por los suelos y la esperanza hecha añicos, vuelves a sumergirte en el lodo de tu culpabilidad y a recordar, como un rumiante mental, mil y una escenas y anécdotas de tu última relación sentimental, ésa que tan mal sabor dejó en tu boca y de cuyo fracaso te sientes tan culpable. Y al hacerlo, claro, das un portazo a toda posibilidad de ligar.

¿Te has planteado seriamente hasta qué punto es cierto eso de que el fracaso de esa última relación fue culpa tuya? ¿Se te ha ocurrido pensar que, quizás, no fuiste tú el culpable o la culpable de que aquella relación no llegara a cuajar como en un principio habías soñado que lo haría? ¿Has barajado mentalmente la posibilidad de que quizás la culpa de todo fue de X? Después de todo, que te sientas culpable no quiere decir que lo seas. Hay personas que pueden llegar a hacerte creer que eres culpable de algo de lo que, en verdad, no eres responsable. A ese tipo de personas se les llama personas tóxicas. Y es importante el saber localizarlas para evitarlas.

Las personas tóxicas nos impiden experimentar eso tan intangible a lo que llamamos felicidad. Podemos encontrarlas en el trabajo, en nuestro círculo social, en nuestra familia… Mantenerlas alejadas de nuestra vida es importante. Evitar que esas personas puedan convertirse en nuestra pareja, capital. Para ello es fundamental saber cuáles son los rasgos caracterológicos de las personas tóxicas. Porque las personas tóxicas presentan, según algunos estudios, unas características de personalidad muy determinadas y muy asociadas directamente a la personalidad de dichas personas.

Rasgos de las personas tóxicas

¿Qué rasgos son los que definen y caracterizan a las personas tóxicas? Según un estudio recogido en la revista Psychology Today, los siguientes:

  • Las personas tóxicas producen emociones negativas en el otro. Para identificar este rasgo, presta atención a la conversación que mantienes con esa persona. Cuando finalizas una conversación con una persona tóxica sientes un cierto “bajón de energía”. Y es que, habitualmente, los temas tratados en una conversación con una persona tóxica acostumbran a girar en torno a sucesos que o bien son negativos, o bien son estresantes.
  • La persona tóxica es, habitualmente, una persona egocéntrica. Ellas son el centro del mundo. No malgastes saliva hablándole de tus preocupaciones. No les interesa. Si haces la prueba de hablarle de algo que te preocupa comprobarás hasta qué punto es capaz de relativizar la gravedad de tus preocupaciones tratándolas de una manera frívola. El egocentrismo de la persona tóxica es el egocentrismo de esa frase/chiste tan socorrida que dice algo así como “vaya semana llevamos, amigo: a ti se te muere el padre, a mí se me pierde el boli…”.
  • La persona tóxica es, a todas horas, una persona quejica. A la persona tóxica nada le satisface y en todo, incluso en lo más nimio e intrascendente, encuentra un motivo de queja. La persona tóxica no encuentra nada que satisfaga completamente su gusto. No importa si es el aire acondicionado del restaurante donde vayáis a comer o el juego de toallas del hotelito con encanto que hayáis escogido para pasar vuestro romántico fin de semana: X el tóxico siempre encontrará un motivo para quejarse. La persona tóxica, “siempre negativa, nunca positiva”, como diría el poeta, nunca encontrará nada que satisfaga completamente sus expectativas. ¿Por qué tú vas a ser diferente?
  • El de ser criticonas y chismosas es otro de los rasgos que sirven para identificar a las personas tóxicas. La persona tóxica critica a los demás por sistema. Y lo hará delante de ti sin “cortarse” lo más mínimo. En la mayor parte de las ocasiones la persona tóxica critica a los demás para, así, satisfacer su necesidad de reafirmarse y quedar por encima de los demás. No pudiendo ellas elevarse por méritos propios, las personas tóxicas rebajan a los otros para, de ese modo, verse por encima de ellos. Todo esto, claro, lo que oculta es unos altos niveles de falta de autoestima.
  • En las personas tóxicas, la empatía brilla por su ausencia. Egocéntricas como hemos visto que son y dominadas por la necesidad de rebajar o de anular al otro para “empoderarse”, las personas tóxicas nunca sentirán empatía por aquellos que lo pasen mal. Su personalidad se lo impide. Como mucho fingirán una empatía que, a poco que rasques, descubrirás que es falsa.
  • Otro de los rasgos de personalidad que sirven para identificar a las personas tóxicas es el victimismo. El victimismo es, en la personalidad de las personas tóxicas, la máscara que les sirve para camuflar la falta de empatía con las demás. Al mostrar un aire torturado, la persona tóxica consigue dos objetivos. Uno: que se le preste atención (así satisface su egocentrismo). Dos: evita tener que prestar atención a los demás y que los demás, conmiserativos con el dolor o la pena que dice sentir la persona tóxica, no se lo tengan en cuenta.
  • Finalmente, el último rasgo que sirve para identificar a las personas tóxicas es que, lejos de tener metas en la vida, lejos de fijarse horizontes, se dejan arrastrar por los acontecimientos. Las personas tóxicas ni hacen planes ni toman decisiones sobre su trabajo o sus carreras. Después de todo, si las cosas no acaban de salir como ellas esperan y se quedan estancadas en una situación que no tiene por qué ser positiva, siempre pueden recurrir al arma del victimismo.

Si identificas estos rasgos en la personalidad de una persona, pues, puedes asegurar sin demasiado temor a equivocarte que esa persona es una persona tóxica. Alejarla de tu vida será, sin duda, una buena medida. Y descartarla de entre tu listado de opciones para ligar, obligatorio. Si localizas a una persona de este tipo, distánciate emocionalmente de ella, establece límites y, por supuesto, no dejes que acceda al núcleo duro de tu sentimentalidad.