El no, ¿es en verdad un no?
Parece que todo ha ido sobre ruedas. Tus tretas de seductor han funcionado y la mujer a la que has querido seducir ha ido avanzando hacia ese punto con el que tanto has soñado. Parece todo hecho. Ya sueñas con ese tiempo en el que la pasión será la que dicte sus normas. Y de golpe surgen sus dudas, las resistencias vuelven a alzarse como una muralla infranqueable entre vosotros y un “no” que parece sonar categórico sale de su boca. ¿En verdad ese no es categórico? ¿Es tan sólido como aparenta? ¿No será una forma de decir que sí sin parecer que el rendimiento ha llegado demasiado pronto? ¿Es una treta de coqueteo? En definitiva: ¿cómo actuar a partir de ese momento en el que el no es pronunciado?
En primer lugar, hay que evitar pensar en resistencias durante todo el proceso de seducción. Si piensas en resistencias. Si lo haces, estarás más pendiente de la aparición de ellas que de lo verdaderamente importante en el proceso de la seducción: la estructuración de la interacción con la persona a seducir desde el momento de iniciar la misma hasta ese punto en el que ella se rinda a nuestros encantos y se muera de ganas de llevarnos a la cama. Por eso tu pensamiento no debe ser “¿cómo puedo evitar la resistencia?”, sino “¿cómo puedo actuar para que la mujer a la que quiero seducir pique mi anzuelo?”. Parece aproximadamente lo mismo, pero no lo es. El primero es un pensamiento que se basa en la negatividad y en la espera de lo que pueda suceder. La actitud que sustenta la segunda pregunta, sin embargo, es una actitud positiva. Plantea acción. No se está a la espera, se actúa para que suceda una determinada cosa: que esa mujer objeto de nuestra seducción pique el anzuelo.
No pienses nunca en términos de resolución de problemas cuando están inmerso en un proceso de seducción. A veces estos problemas llegan y la mejor manera de enfrentarse a ellos y darles una solución consiste en salirse del meollo vivencial en el que estos problemas han aparecido y, desde fuera de dicho meollo, a la distancia adecuada, mirarlos con otros ojos. A veces basta un enfoque nuevo al mirar un problema para encontrar la solución a los mismos.
En cuanto al problema que nos preocupa (la aparición de ese “no” en boca de la persona a seducir cuando ya todo se creía conquistado), puede abordarse, para ser solucionado, desde la perspectiva de actuar a base de frenazos y avances, frenazos y avances, paradas y aceleraciones. Estas técnicas serán muy necesarias para conducir a la mujer a ese punto en el que quiera tener algo sexual contigo. No es habitual que, de buenas a primeras, una mujer quiera acostarse con un hombre. Ni tan siquiera ahora, cuando parece que la liberación sexual de la mujer se halla más avanzada y las costumbres y usos sociales se han relajado y han perdido, en parte, sus tintes patriarcales, las mujeres acostumbran a decir mayoritariamente que sí a la primera.
Creación de la urgencia
Besar y parar, besar y parar, besar y parar sería una buena conducta para llevar progresivamente a la mujer hasta ese punto en el que follar sea un verbo que no sólo revolotee en tu imaginación, sino también en la suya. Llevar la alforja llena de besos te irá muy bien. Regálaselos, sin cicatería, hasta que dentro de sí la necesidad de sentirte dentro se convierta en algo casi corpóreo a lo que tú puedas percibir desde fuera.
A esta táctica se la podría llamar “creación de la urgencia”. Intenta crear esa urgencia en ella desde el principio. El follar contigo debe dejar de ser una posibilidad calibrada mentalmente por ella para convertirse, tras la aplicación de tus técnicas de seducción, en una urgencia que la agite completamente y la lleve a suplicarte con la mirada o las palabras tu entrada en ella. Tus besos la habrán caldeado y serán sus genitales los que empiecen a pensar y a hablar por ella. Puede ser que te diga “quiero tenerte dentro de mí”, o “¿tienes a mano un condón?”, o “me estás poniendo cachonda que te cagas”, o “tengo las bragas empapadas”, o “no me tortures más, por favor, y fóllame de una puta vez”. En ese momento ya estará todo hecho.
Pero también te puede decir “esto va demasiado deprisa”. Muéstrate entonces comprensivo. Di que la entiendes. Di que a ti tampoco te gusta sentirte presionado. Propón ir a un sitio más cómodo. Inquiere sobre si ese no es por la forma (la velocidad) o por el fondo (el hecho de follar contigo). O emplea esta otra táctica: dile que a ti te pasa lo mismo, que te asusta la velocidad que va tomando todo, y, echando mano al maravilloso mundo de la metáfora, compara la situación que estáis viviendo con la de una riada que hubiera llegado de imprevisto para arrastraros hacia un pozo en el que vuestra voluntad carece de sentido. Di que está bien luchar contra riada y resistirse a su fuerza y a su potencia, pero señálale cómo, tarde o temprano, esa riada, inevitablemente, os llevará por delante. Con esta explicación darás a vuestra relación y a lo que podáis vivir juntos una explicación casi mítica. Como si el destino fuera su autor. Como si nada pudiera evitarla porque así estaba escrito. Con esta frenada ya queda abierta la posibilidad de un avance futuro.
Eso sí: concibe también la posibilidad de que un no pueda ser, efectivamente, un no. Intenta averiguar por las señales no verbales que esa persona emita la posibilidad de que su negativa sea una negativa rotunda. Si intuyes que es así, no fuerces la situación. Tal vez esa mujer ha sufrido abusos, o tiene un marido o un novio tan extremadamente celoso como violento. Piensa en esta posibilidad (porque la hipótesis de que no seas su tipo no la concebimos, ¿verdad?) y finaliza tu acoso y derribo a su resistencia a tu poder seductor. Hay que ser agradecido por lo que se ha recibido y también por lo que se ha logrado evitar, sobre todo si ese algo evitado es el puñetazo (cuando menos) de una pareja celosa.