Timidez e introversión
Uno de los grandes rivales a derrotar a la hora de ligar es, sin duda, la timidez. La timidez nos impide el dar ese paso que puede servir para poner a nuestro alcance el objetivo anhelado. La timidez es un condicionante que puede acabar por determinar el rumbo de una vida. Un niño que domina una materia puede no obtener los resultados escolares esperados por quedarse bloqueado a la hora de realizar un examen oral. Ese mismo bloqueo puede, una vez somos adultos, impedirnos el progresar laboralmente. Ese bloqueo puede, también, impedirnos el conseguir ligar con esa persona que tanto nos ha atraído.
Vencer la timidez es, qué duda cabe, imprescindible para alcanzar ciertos objetivos. Sobre todo cuando no se es una persona introvertida. Y es con demasiada frecuencia tendemos a confundir los conceptos de timidez e introversión. La persona introvertida es la persona que, sin temer los encuentros sociales, prefiere disfrutar de la soledad. La persona tímida, por el contrario, ansía el contacto social pero, al mismo tiempo, padecen un miedo casi irracional a no ser aceptados por los demás, a ser rechazados o, simplemente, a ser juzgados. Esto provoca a estas personas y en algunas ocasiones ataques de taquicardia, sonrojo en las mejillas o sudoraciones excesivas en manos o rostro. Al tímido, en estas circunstancias, los nervios acostumbran a jugarle una mala pasada haciendo que su comportamiento resulte torpe o, cuanto menos, extrañamente artificial. El tímido, consciente de la antinaturalidad de su comportamiento, sufre y trata de evitar, en el futuro, situaciones semejantes a las que le ha provocado tal estado de ansiedad.
¿Se puede vencer la timidez? Sí, pero para ello hay que tener en cuenta una serie de factores y dar una serie de pasos. En este artículo queremos darte una serie de consejos básicos para vencer la timidez.
Para vencer la timidez, lo primero que debemos hacer es acotar su significado. La timidez podría ser definida como esa especie de miedo o de ansiedad que algunas personas sufren en determinadas situaciones sociales por miedo a ser rechazadas o juzgadas de forma negativa. Dicha sensación de miedo o de ansiedad impide a la persona que la padece el relacionarse de forma natural con los demás. En algunos casos, la timidez adquiere tal intensidad que la calidad de vida queda seriamente dañada y se empieza a padecer lo que se llama “fobia social”. Los consejos para vencer la timidez que vamos a proporcionar en este artículo no van destinados a personas que padecen un grado tan intenso de timidez, sino a aquellas personas que son tímidas dentro de unos márgenes que no hacen precisa la intervención de un psicólogo.
No eres el único tímido
Una vez acotada la significación de la timidez, el tímido que quiera dejar de serlo o, cuanto menos, quiera disponer de las herramientas necesarias para vencer la timidez en un momento circunstancial, debe interiorizar un pensamiento que le debe resultar de gran ayuda para vencer la timidez: el de tomar conciencia que él no es el único tímido existente en el mundo. Lejos de pensar que es un caso extraño, el tímido debe pensar que es un caso común. Hay estudios que apuntan que alrededor del 50% de las personas son tímidas. El tímido, pues no está solo.
Una vez asumido esto, el tímido que quiera vencer la timidez deberá conocer su tipo de timidez. Hay personas a las que no les asusta ni angustia hablar delante de un gran auditorio y, por el contrario, padecen cuando tienen que relacionarse cara a cara con otra persona. Este tipo de timidez, a la que se le llama situacional, es la más habitual de todas. Analizar por qué sentimos estos accesos de timidez y conocer cuál es su desencadenante es el primer paso a dar para vencer la timidez. Conociendo el desencadenante de los ataques de timidez se podrá actuar sobre él.
Los desencadenantes de la timidez
Para conocer los desencadenantes de la timidez será necesario bucear en el pasado. En muchas ocasiones, gran parte de la culpa de la timidez es debida a la forma en que una persona fue educada. Existe lo que se conoce como “temperamento inhibido”, una característica con la que se nace y que provoca que la persona con dicho temperamento tenga tendencia a la timidez. Que exista lo que se llama “temperamento inhibido” deba marcar de por vida el comportamiento de la persona que lo posee. De hecho, ese tipo de temperamento puede corregirse o, por el contrario, reafirmarse, dependiendo del tipo de educación que reciba la persona que posea, de nacimiento, “temperamento inhibido”. A la persona se la puede estimular para que haga cosas nuevas y se enfrente a sus inseguridades o, por el contrario, se puede hacer, mediante una educación errónea, que dichas inseguridades se hagan más fuertes. La forma en que se felicitan los éxitos y se reprochan los fracasos tiene mucho que ver con cómo, en el futuro, un niño experimenta el sentimiento de la timidez. Para conocer mejor la propia timidez y poder, pues, vencerla, debemos indagar en el pasado y desentrañar los mecanismos que pudieron hacer que la timidez se convirtiera en una molesta compañera de viaje.
Una vez dados todos esos pasos se deberá dar el paso definitivo para vencer la timidez: el de cambiar el discurso interior. El de decir “yo sí puedo hacer eso” o “yo sí puedo enfrentarme a esa situación”. Después de todo, vencer la timidez no se trata de negar el miedo: se trata de saber convivir con él, de reconocerlo y actuar a pesar de su existencia. Bastará plantarle cara una vez al miedo inherente a la timidez para que dicha experiencia sirva de referencia cuando se vuelva a vivir una situación similar en el futuro. Cuando se vuelva a sentir vergüenza o un ataque de timidez se pensará “si aquella vez lo hice, si aquella vez vencí la timidez, ¿por qué no voy a poder volver a hacerlo ahora?” Vencer la timidez una sola vez es la puerta que hay que abrir para, en el futuro, vencerla siempre. O casi siempre. Cuando se consigue, la utopía de ligar parece menos utopía y tiene más posibilidades de hacerse realidad.