Pasado de fracasos
Lo que voy a contaros le pasó a un amigo. ¿Su nombre? Vamos a llamarle David. Tiene 25 años y un historial amoroso con unos cuantos fracasos sentimentales a sus espaldas. En las ocasiones en que había deseado a una mujer y había deseado ligar con ella, no había conseguido conquistarla. Y eso había sucedido diversas veces. ¿Muchas? No. Sólo las suficientes como para que, al final, perdiera el interés en salir de conquista y se quedara cada vez más en casa, viendo la tele, olvidándose del mundo.
Refugiado en su soledad, David, cuando le preguntábamos por qué no salía más, esgrimía el siguiente argumento: ¿para qué? Y tras ello exponía su pesimismo sobre la posibilidad de conseguir, en alguna ocasión, ser aceptado por una mujer. Ese pesimismo le había llevado a abandonarse y, en cierto modo, a renunciar a la vida.
La historia de David no es nueva. Le pasa a mucha gente. ¿Qué salvó a David de esta situación que a otras personas les ha costado malgastar la vida? El ir un día a un centro comercial. Allí, un espejo le devolvió la imagen de un joven en baja forma física, con cierta tendencia a la obesidad. Al principio no reconoció a ese tipo que le miraba desde el espejo. Después encontró en su rostro un algo que le sonaba a conocido. Fijándose mejor, se reconoció en ese rostro apagado que le miraba desde el espejo: era el suyo.
Lo que sintió David ese día fue vértigo. Y esa sensación fue, en cierto sentido, iluminadora. ¿Cómo había llegado a esa situación, se preguntó? ¿Cómo había perdido la confianza en sí mismo hasta ese extremo? David no conocía las respuestas a esas preguntas, pero sí intuía que debía buscar la respuesta a ellas para, por fin, dar el paso necesario para cambiar.
Cogió una libreta y empezó a buscar razones. Después de todo, él no estaba tan mal. Y nada de lo que le había pasado era, en el fondo, tan desastroso como para destrozarle la vida o empujarle a la renuncia de disfrutar de ella. Era necesario echar por la borda todo ese lastre que le impedía avanzar hacia nuevos horizontes.
Soltar lastre
A las nuevas relaciones o a los nuevos intentos de relación hay que llegar libres de cargas y heridas sin cicatrizar. Hay que hacer limpieza del pasado o reconciliarse con él. No es bueno llegar a una nueva relación guardando, por ejemplo, rencor a quien nos dijo que no o nos dijo que nos fuéramos de su lado. Llegar a una nueva relación con ese lastre puede hacer que esa nueva persona pague los platos rotos de un fracaso sentimental que no tiene que ver con ella.
Sin duda, eso es uno de los grandes errores que puede cometer una persona que vaya a iniciar una nueva relación: la de no haber hecho tabula rasa con el pasado. El no haber realizado limpieza del pasado puede llevarnos a culpar a la persona con lo que estamos de lo que nos hizo otra. ¿Algo injusto? Por suerte, pero no por ser más injusto resulta menos habitual. Hombres que no han afrontado sus sentimientos de rechazo hacen daño a mujeres que nada tienen que ver con ese daño y que, heridas por el comportamiento de quien no ha hecho tabula rasa de su pasado, no tardan en marchar de su lado.
Eso, lógicamente, no es el mejor modo de conquistar a una mujer ni, muchísimos menos, de mantenerla a nuestro lado.
Pasar página de todas las mujeres que anteriormente pasaron por tu vida y te rechazaron, pasar página de todos tus fracasos, olvidar el daño que pudieron hacerte, asumir que cada historia es cada historia y cada mujer es distinta a cualquier otra mujer: eso es lo que debes hacer si deseas estar en la disposición más adecuada para conquistar a una mujer.