El rito del baile
No hace demasiado que dedicamos uno de los artículos de este blog a cómo el baile puede convertirse en un importante instrumento de seducción. Hablamos en aquel artículo de cómo el baile sirve para romper el hielo, de cómo existe una relación directa entre el ritmo al que un hombre baila y la testosterona que produce, de cómo el bailar hace también que la adrenalina suba en nuestro cuerpo y de cómo esa adrenalina actúa como un desinhibidor que nos permite perder nuestra vergüenza y, por tanto, dar ese pasito que a veces necesitamos para iniciar una tarea de seducción.
En este caso vamos a centrarnos en la importancia que tiene la forma femenina de bailar en la formación de una imagen más atractiva de la mujer. En cierto modo, este artículo vendría a ser complemento del anterior. Si en aquél dábamos algunas claves para que el hombre pudiera incrementar su poder de seducción, en éste vamos a dar algunos consejos a ellas para que también ellas puedan saber cómo hacer valer sus encantos mediante el baile para, así, convertirse en las más deseables de la pista.
Todos los consejos que vamos a dar en este artículo se derivan de las conclusiones de un estudio realizado en la británica Universidad de Northumbria, sita en Newcastle. Según se desprende de este estudio, el baile es una forma de cortejo que es capaz de revelar información sobre el estado de salud de la persona que baila y sobre su potencial reproductivo.
Este estudio viene a ser complemento de otro que la misma Universidad de Northumbria realizó hace algunos años y que, en aquella ocasión, estaba centrado en el análisis de la forma de bailar masculina y de su efectividad seductora. En aquel estudio, un equipo dirigido por Nick Neave y Kristofor McCarty digitalizó los movimientos como bailarines de 19 voluntarios de entre 18 y 35 años. Digitalizados dichos movimientos, se crearon representaciones gráficas neutras para que fueran contempladas y valoradas por 35 mujeres.
El estudio sobre el baile masculino y su capacidad de seducción realizado por la Universidad de Northumbria determinó que son una serie de movimientos los que marcan la diferencia entre un hombre que posee una forma de bailar atractiva y uno que no la tiene. De entre toda esa serie de movimientos es la envergadura y variabilidad del movimiento del tronco y del cuello, junto a la velocidad con la que se es capaz de mover la rodilla derecha, el elemento principal a la hora de establecer una frontera entre hombres que bailan de manera atractiva y hombres que no lo hacen.
A aquel estudio sobre el baile masculino y su relación con la capacidad de seducción le ha seguido ahora, varios años después, el estudio sobre el baile femenino. En esta ocasión, los investigadores de la Universidad de Northumbria registraron los movimientos de 39 mujeres heterosexuales bailando al ritmo de unos tambores. Dichos movimientos fueron digitalizados para, a partir de dicha digitalización, crear un avatar sin rostro. Esto se hizo así para que unos rasgos faciales más bellos que otros no pudieran interferir en la apreciación general de la belleza o sensualidad del baile de una determinada mujer.
Hecho esto, se formó el tribunal que había de valorar dichos bailes. Este tribunal estaba formado por 200 personas en total (143 mujeres y 57 hombres) que se encargaron de valorar individualmente todas las actuaciones. Realizada la selección de las mejores danzas femeninas por estas 200 personas, todas ellas heterosexuales, se intentó mirar las características que las hermanaban para, a partir de ahí, determinar qué movimientos eran los que resultaban más atractivos.
Diferencias entre el baile masculino y el femenino
Los resultados del estudio fueron muy significativos. Por ejemplo: hombres y mujeres se fijaban por igual en los movimientos de caderas, pero los hombres prestaban mayoritariamente atención a los brazos mientras las mujeres lo hacían a las piernas.
Este estudio, y su comparación con otros, sirvió también para constatar algo que hace muy diferentes a hombres y mujeres a la hora de bailar. Las mujeres, al bailar, lo hacen para los hombres y para las mujeres. A los primeros, quieren seducirlos; a las segundas, disuadirlas para que no compitan con ellas.
El baile masculino, por su parte, intentaría demostrar la fuerza del varón. Para plasmar esa fuerza el hombre se sirve del torso. Son los movimientos del torso lo que deben servir al hombre para plasmar dicha fuerza. ¿Ante quién? Fundamentalmente, ante otros hombres. El baile masculino tendría, así, un carácter disuasorio ante otros hombres. En cierto modo, el hombre, al bailar, está diciendo a los otros hombres: “No te acerques a mí ni intentes competir conmigo porque soy más fuerte que tú”.
Las conclusiones finales del estudio que sobre el baile femenino y su capacidad de seducción ha realizado el equipo de investigadores de la Universidad de Northumbria apuntan a que la manera más seductora de bailar de la mujer es balanceando ampliamente las caderas y moviendo de manera asimétrica los muslos y los brazos pero sin excederse en el caso de las extremidades superiores.
El de la Universidad de Nothumbria no es el único estudio que se ha realizado sobre la danza femenina y su capacidad de seducción. La alemana Universidad de Góttingen, por ejemplo, realizó en su momento un estudio en el que se intentaba relacionar baile femenino, capacidad de atracción y ciclo menstrual. Según aquel estudio, las mujeres que están ovulando son, al bailar, más atractivas que aquéllas que no se encuentran en sus días fértiles.
Los investigadores de la Universidad de Góttingen han señalado que la explicación a este fenómeno hay que buscarla en los estrógenos. Cuando la mujer está ovulando, la presencia de estrógenos en su cuerpo es mayor y los estrógenos tienen un efecto directo sobre los músculos, los ligamentos y la fuerza en el tendón, puntos de la anatomía todos ellos decisivos en la ejecución de una danza.
El estudio, realizado por el Departamento de Sociología y Antropología de la mencionada universidad alemana y liderado por Bernhard Fin, se realizó a partir de un experimento consistente en poner frente a unos doscientos hombres a un grupo de 48 mujeres de entre 19 y 33 años de edad que, vestidas con la misma ropa, debían bailar al ritmo de la misma música. Comprobar quiénes eran las mujeres que habían resultado señaladas como las más atractivas sirvió para constatar que eran, precisamente, las que se encontraban en el punto más alto de su ovulación, es decir: las que en aquel momento eran más fértiles.