Un camino hacia la infelicidad
Hay personas que se jactan de no padecerlos en absoluto. Nuestra creencia es que todas las personas, en mayor o menor medida, los padecemos o hemos padecido. Hablamos de los celos, un sentimiento tóxico que, cuando adquiere un carácter patológico u obsesivo, se torna dañino y nos hace sumamente infelices.
Los celos son una especie de máquina de demolición. Ellos solos se bastan y se sobran para ir derribando los pilares sobre los que se sostiene una relación para, finalmente, derribarla y dejarla convertida en un montón de cascotes. Quien padece los celos de manera compulsiva no sabrá nunca disfrutar de sus relaciones y, en el caso de desear iniciar una nueva, se enfrentará a diario a la inseguridad que los mismos provocan y que, a la corta o a la larga, es siempre una inseguridad castradora, una inseguridad que se convertirá en una barrera a la hora de intentar iniciar una nueva relación, a la hora de ligar.
Que sin celos no hay amor verdadero es algo que se repite con excesiva facilidad. Ese argumento (erróneo) sirve de coartada para justificar algo que, en el fondo, no es sino producto del miedo a perder lo que queremos. Exacerbados hasta el delirio, los celos delatan una profunda necesidad de control y, tras ella, la inacabable desconfianza de los inseguros. Y la necesidad de controlar a la persona amada, sin duda, no tiene demasiado que ver con el amor.
Una persona celosa es una persona que padece un trastorno. La persona compulsivamente celosa padece una patología. Es, dicho sin rodeos, una persona enferma. Por ello, identificar si se es una persona celosa o no y, en base a ello, aprender a controlar los celos es una tarea imprescindible para convertirse en una persona emocionalmente sana, más capacitada para ser feliz y mejor equipada para iniciar nuevas relaciones y, por tanto, para ligar.
Las señales de los celos
Para saber si somos celosos más allá de lo recomendable es necesario prestar atención a una serie de señales. Entre dichas señales podemos distinguir las siguientes:
- Tenemos necesidad de saber en todo momento dónde está nuestra pareja o la persona a la que queremos conquistar.
- Sentimos que sus amistades nos caen cada vez peor.
- Creemos que, por su manera de vestir, llama demasiado la atención y, por tanto, nos gustaría que fuera vestida de un modo menos “llamativo”.
- Crees que sabes más de esa persona que te provoca los celos que lo que sabe ella de sí misma.
- No te gusta que hable con otros, que se salude con otros, que tome una copa con otros…
Si identificamos todas estas señales en nuestro comportamiento, debemos pensar que experimentamos la emoción de los celos de un modo malsano. Si es así, debemos aprender a controlarlos antes de que ellos se adueñen de nuestra personalidad, de nuestro modo de sentir y, con ello, nos arruinen la vida.
Aprender a controlar los celos no es una tarea que se haga de la noche a la mañana. Como todo cambio de aspectos esenciales de la personalidad, necesita de un trabajo arduo y de un empeño que no se detenga ante la primera contrariedad. En este artículo de Objetivo Ligar queremos proporcionar una serie de consejos básicos que, combinados entre sí y suficientemente entrenados, deberían servir para aprender a controlar los celos.
Recetario básico para controlar los celos
El primer consejo a tener en cuenta para aprender a controlar los celos tiene que ver con la identificación de su origen. Averiguar de dónde provienen nuestros celos nos ayudará a controlarlos. Habitualmente, estos provienen de la falta de autoestima, de la inseguridad y, a veces, también, de la timidez. El tímido siente celos (celos trufados de envidia) de la persona extrovertida. La ve, a la hora, por ejemplo, de intentar ligar, como a un enemigo imbatible.
Para evitar este tipo de sentimiento es fundamental trabajar la autoconfianza. Sólo aumentando la seguridad en nosotros mismos conseguiremos controlar los celos. Una persona segura de sí misma no sentirá celos o podrá dominar los celos que sienta al comprobar que la persona a la que desea habla o trata con otras personas. La persona insegura, por el contrario, sí lo hará. Y cuanto más insegura se sienta, más fuertes serán los celos.
Otro consejo a tener en cuenta si se desean controlar los celos tiene que ver con el espacio que se mantiene con la persona por la que sentimos celos. Los celos, habitualmente, empujan a reducir ese espacio. El celoso procura estar lo más cerca posible de la persona que le hace padecer los celos para, de ese modo, ver en todo momento sus movimientos. Lo que la persona celosa muestra al mundo a la hora de comportarse así es, sin lugar a dudas, su afán controlador. Para no caer en este error (error que acostumbra a asfixiar metafórica y sentimentalmente a la otra persona), el celoso debe intentar ampliar su espacio vital. Sin ese espacio vital, no conseguiremos reforzar nuestra autoestima y no acabaremos de asumir que las personas adultas somos seres autónomos por naturaleza y, como tales, necesitamos relacionarnos en mayor o menor medida con los demás.
Imaginar la relación de pareja como una relación autosuficiente en la que los dos miembros que la forman no necesitan contactar con el exterior no es, como podría pensarse desde una perspectiva tan romántica como equivocada, imaginar una relación idílica en la que las dos mitades de una naranja se encuentran y juntan. Lo primero que hay que tener siempre presente cuando se habla de relaciones de pareja es que no existen las medias naranjas. Imaginar una relación de ese tipo, autárquica, cerrada al exterior, es imaginar una prisión. Que sea de oro no le resta la naturaleza de prisión. Y eso es algo que, convengámoslo, tampoco tiene que ver con el amor. Y es que el amor, o las relaciones de pareja, deben ser sinónimo, ante todo, de libertad. Dos personas están juntas porque, libremente, cada una de ellas lo decide a cada momento, en cada segundo. La relación de pareja no es ni puede ser fruto de la obligación. Por obligación se acude al trabajo, no al amor.
Para aprender a controlar los celos es necesario, pues, poner espacio entre la pareja o la persona a la que deseamos conquistar y nosotros y aprovechar ese espacio para desarrollar nuestras propias actividades. Dedicar tiempo a las propias aficiones, cultivarlas y prestarles la atención que, como algo íntimo nuestro, se merecen, es la mejor manera de calmar nuestra ansiedad y, al mismo tiempo, de reforzar nuestra autoestima. Saberse dominador de algo (y los hobbies y las aficiones pueden llevarnos a ese dominio) es una buena manera de inyectar seguridad y fortaleza a nuestra autoestima. Aceptarse y valorarse es, como tantas otras veces hemos indicado en esta web, la mejor herramienta de que disponemos para intentar ligar. Y una autoestima fortalecida es, como hemos visto, la mejor herramienta con la que controlar los celos que pudiéramos padecer.