Mejor solo que mal acompañado
Las ganas de conocer a alguien pueden ser muchas. El sentimiento de soledad puede ser una pesada carga difícil de llevar sobre los hombros. Pero las prisas son malas compañeras. Para una relación esporádica puede servir cualquiera, pero… ¿y para una relación más duradera? Precipitarse en la elección de pareja puede acarrear unas consecuencias que no son, ni de lejos, las perseguidas cuando se da el paso de plantearse una relación de larga duración.
Y es que la expresión “relación tóxica” no es una expresión baladí. Hay que tenerla siempre en cuenta y huir de ella como de la peste. Del mismo modo que puede existir la “media naranja”, es decir, la persona que, con sus virtudes y sus defectos, nos aporta el equilibrio que necesitamos para vivir de una manera más o menos serena, también existe la pareja que puede convertir nuestra relación en algo que, lejos de aportarnos dicha serenidad, nos desequilibra.
Con estas parejas, por mucha atracción física mutua que exista, será muy difícil, siempre, congeniar. E imposible encontrar el equilibrio. Es más: en el seno de estas parejas puede llegar a germinar (y de hecho, comúnmente, lo hace) el brote del maltrato psicológico. En el seno de una relación de ese tipo, pues, nunca encontraremos la felicidad que, en principio, esperamos encontrar en una relación y sí toda una serie de problemas y conflictos que, tarde o temprano, van a afectar negativamente a nuestra estabilidad emocional y psicológica.
Según estudios realizados por la Escuela Neurocientífica del Amor, hay parejas compuestas por personas que, por sus características de personalidad, están, de antemano, condenadas al fracaso y la ruptura. Para evitar caer en una relación de ese tipo hay que cumplir dos requisitos. El primero de ellos es conocerse bien a uno mismo. El segundo, conocer medianamente a la persona con la que deseamos iniciar una relación. Ambas cosas no son fáciles de conseguir.
Si conocer bien a otra persona exige un tiempo mínimo de convivencia o relación; conocerse bien a uno mismo exige un esfuerzo de autosinceridad que no todos estamos dispuestos a realizar. Tendemos a vernos mejor (o peor) de lo que somos, y eso no ayuda a la hora de esbozar ante nuestros ojos, como si del retrato de otra persona se tratara, el retrato de nuestra propia personalidad.
Realizados esos esfuerzos (el de conocernos a nosotros mismos y el de conocer a la persona de la que queremos ser pareja) tendremos que revisar el listado de emparejamientos de personalidades que la Escuela Neurocientífica del Amor establecen como prototípicos de las relaciones tóxicas.
Tipos de parejas tóxicas
Uno de los binomios de personalidades que la Escuela Neurocientífica del Amor establece como pareja tóxica es el formado por una persona egocéntrica y una mentirosa. Reconocerse como una persona egocéntrica es complicado. Para hacerlo, la persona debe “salir” de sí misma, algo que, por definición, resulta complicado para el egocéntrico. El egocéntrico se cree perfecto y sin tara. En su pensamiento, la verdad y la razón le acompañan siempre. Por eso no soportarán el intuir que la otra persona intenta manipularlas. Y la manipulación es la gran especialidad de la persona mentirosa. La persona mentirosa miente para ocultarse pero también para manipular al otro, para, como suele decirse, llevarlo al huerto.
Otro de los binomios característicos de parejas tóxicas es el formado por dos personas que sean controladoras. Quien quiere, por naturaleza, ejercer el poder, no puede renunciar a él. El mandón o la mandona lo son a tiempo completo. Desconocen la obediencia o, cuanto menos, son incapaces de ejercerla durante demasiado tiempo. Por eso dos personas controladoras están, más pronto que tarde, llamadas a chocar. Las dos querrán imponer su voluntad y las dos lucharán por hacerlo. Las disputas entre las dos estarán, pues, a la orden del día. La voluntad de imponerse sobre el otro será siempre una pulsión demasiado fuerte como para renunciar a ella.
Por otro lado, que una persona sea controladora no garantiza que su relación con una persona pasiva sea una relación no tóxica. Hay un tipo de persona que sólo es pasiva en apariencia. Si a esta persona se la intenta controlar durante un período de tiempo que ella considere excesiva, esa persona reaccionará con violencia y pondrá fin a la relación. Después de todo, motivos no le faltarán para hacerlo ya que en ningún caso una relación de pareja ni su rutina de funcionamiento deberían sostenerse sobre los cimientos del control que uno de los dos miembros de la pareja ejerza sobre el otro. El comportamiento de la persona pasiva que, llegado el momento, puede comportarse de manera agresiva o, dicho mejor, puede estallar, encontraría una imagen perfecta en ese vaso que se va llenando poco a poco y al que, al final, basta una gota para desbordarlo.
Otro tipo de pareja que la Escuela Neurocientífica del Amor califica como pareja tóxica es la pareja formada por una persona sumisa y una persona irresponsable. Estos dos tipos de personalidades han sido muy estudiadas por los psicólogos, tanto que a cada una de ellas le cabe el honor de gozar de un nombre de síndrome asignado en exclusiva.
El síndrome de Wendy serviría para encuadrar a aquellas mujeres que sólo encuentran un camino para sentirse completas: el de consagrarse al cuidado de un hombre. Ese hombre, poco a poco, acaba convirtiéndose para esa mujer en una especie de hijo.
El síndrome de Peter Pan, por su parte, retrata a aquellas personas que renuncian a adoptar las responsabilidades propias de la edad. De la misma manera que Peter Pan, el personaje creado por el escritor escocés James Matthew Barrie, se niega a crecer, la persona aquejada del síndrome que lleva el nombre del “niño eterno” aspira a eso: a ser un niño hasta el fin de sus días. Es decir: a seguir comportándose sine die con la irresponsabilidad propia de los niños.
Aunque pudiera parecer que Wendy y Peter Pan podrían formar una pareja perfecta, lo cierto es que no es así. Crecer es madurar, y el mantenimiento de este tipo de relación tóxica lo impide.
Si te reconoces en alguna de estas personalidades, vigila a quien eliges a la hora de iniciar una relación. Y ten siempre presente que siempre será mejor la soledad bien llevada que una relación tóxica. O, como dice la expresión popular, “mejor solo que mal acompañado”.