Una habilidad social
Lo hemos visto en muchos artículos de Objetivo Ligar: una de las claves para conseguir ligar radica en poseer lo que se conoce como “habilidades sociales”. Que los huraños y asociales también ligan es algo que no puede negarse. Después de todo, y como dice el refrán, siempre (o casi siempre, diríamos nosotros) hay un roto para un descosido. Por eso incluso psicópatas como Charles Manson llegaron a ligar. Pero lo más habitual es que ligue antes la persona que se mueve como pez en el agua en sociedad que aquella para quien el exponerse al trato con los demás le provoca, al menos, una cierta incomodidad.
Entre las habilidades sociales podemos destacar, entre muchas otras, el saber escuchar, el saber mantener una conversación, el saber dar las gracias, el tener empatía, el saber expresar afecto, el saber negociar y el poseer eso que se da en llamar asertividad.
Si hay una palabra que en los últimos tiempos se ha puesto de moda en el terreno de la psicología social ésa es la palabra asertividad. Hay que ser asertivo, se dice. Pero… ¿sabemos lo que significa ser asertivo? ¿Sabemos en qué consiste la asertividad. Ser asertivo es saber defender los propios derechos, expresar las propias opiniones y realizar sugerencias de una manera honesta, de una forma no agresiva y tampoco demasiado pasiva. En resumen: decir lo que se piensa sin por ello resultar demasiado frágil o agresivo.
La asertividad, como otras habilidades sociales, se sustenta fundamentalmente sobre la autoestima y sobre la confianza en uno mismo. Cuando una persona confía en sí misma no teme expresar su opinión y al hacerlo no necesita recurrir a la agresividad. Expresar correctamente los propios deseos y necesidades servirá para que la persona a la que queremos conquistar nos valore como alguien que sabe lo que quiere y eso, a la hora de ligar, siempre es un punto a nuestro favor.
Poseer asertividad es importante pues será ella quien nos permitirá dar nuestra opinión o hacer una petición sin por ello dar la impresión de estar pidiendo el favor de nuestra vida. El ser asertivos nos permitirá también rechazar peticiones sin que aquella persona que nos realiza la petición se sienta ofendida por ello. El ser asertivos también nos permitirá expresar nuestras emociones, tanto positivas como negativas.
La asertividad es también una habilidad social que nos permite iniciar, continuar, cambiar o dar fin a todo tipos de conversaciones sin por ello dar la sensación de que estamos faltando al respeto a la otra persona.
Motivos de la falta de asertividad
Las causas de que no desarrollemos convenientemente la asertividad hay que buscarla principalmente en la infancia y en la educación que hemos recibido. Con demasiada frecuencia, y sobre todo en tiempos pasados, buena parte de la educación recibida se fundamentaba en el principio de no contradecir a padres, familiares y profesores y en el de intentar complacer a los demás. El que este tipo de mensaje arraigue en la persona que está siendo educada de ese modo ayuda a convertir a dicha persona en una persona que difícilmente sabrá o podrá exponer objeciones a los comentarios que le hagan y con los que, de un modo más o menos radical, esté en desacuerdo.
Pero no toda la falta de asertividad radica en la educación recibida. La falta de asertividad puede ser debida también a diferentes causas, entre las que destacamos las siguientes:
- Falta de autoestima y autoconfianza.
- Arraigo de ciertos estereotipos. El ocupar determinados puestos de trabajo de bajo nivel puede hacer que la persona no desarrolle conductas asertivas.
- Influencia negativa del estrés. La persona estresada tiende a actuar de manera mucho menos asertiva que aquélla que está relajada. El estrés puede conducirnos a actuar de una forma agresiva o, por el contrario, muy pasiva. Ese comportamiento pasivo tan y tan poco asertivo es, de alguna manera, una especie de rendición. Si ya nada tiene importancia y está perdido, para qué actuar de otro modo, parece expresar quien actúa así.
- Por influencia de experiencias anteriores tanto de padres y amigos como de personas de referencia. Quien ha crecido en un ambiente en el que las personas se comportaban de manera servicial o, por el contrario, agresiva y hostil, es difícil que sepa comportarse de otro modo.
Lógicamente, la falta de asertividad no puede generar estados de ánimos positivos, sino al revés. Las personas que padecen falta de asertividad sienten que no son dueñas de sí mismas, y esto, que ese negativo para la vida en general, es negativo, también a la hora de ligar. La persona con falta de asertividad, sabedora de su falta de control emocional, evitará exponerse a situaciones que puedan generarle estrés y ansiedad, lo que, a corto o a medio plazo, empujarán a esa persona al aislamiento y a la renuncia a las relaciones sociales.
¿Cómo mejorar nuestra asertividad?
¿Se puede mejorar la asertividad? ¿Podemos aprender a ser más asertivos? Sí, pero primero tenemos que identificar cuál es el origen de nuestra falta de asertividad. Una vez identificado el origen del problema, vamos a intentar seguir los siguientes consejos:
- Sustituyamos la forma de interpretar nuestras emociones. Al interpretarlas, no seamos negativos ni nos autoflagelemos.
- Tengamos siempre presente que la gente no puede leernos el pensamiento. En numerosas ocasiones la gente nos molesta porque no saben lo que se agita en nuestro interior. Expresando nuestras necesidades y deseos evitaremos que la gente pueda molestarnos o causarnos daño por ignorar dichas necesidades y dichos deseos.
- Aceptando que no existe una verdad única, intentemos defender la nuestra. Esto, lógicamente, nos obliga a escuchar la de los demás. Tengamos presente que lo más habitual es que ni la suya ni la nuestra sea completa.
- Tengamos siempre presente nuestros objetivos.
- Intentemos ser concretos a la hora de transmitir lo que deseamos. Divagar sobre ello sólo puede conducir a que los demás se hagan una falsa idea sobre lo que deseamos. Empecinarse en discutir por discutir no conduce a ningún sitio.
- Cuando intentemos expresar nuestra opinión, hagamos referencia a los hechos y no a los juicios que podamos emitir sobre ellos.
- Cuando tengamos que pedir algo, hagámoslo añadiendo motivos a lo que solicitamos.
- Intentemos describir nuestras emociones. ¿Por qué? Porque las emociones tienen una marcada capacidad de contagiarse al hablar de ellas. Y la puerta de la emoción es, en la mayor parte de los casos, la puerta de entrada a la empatía.