Abriendo nuestro espacio íntimo

Cada persona tenemos nuestro rincón, esa madriguera en la que nos escondemos del mundo y en la que vivimos nuestra intimidad a nuestro modo. Para nosotros, ese rincón es una especie de santuario. Ahí disfrutamos de gran parte de algo tan importante como es el ocio. Es ahí donde nos tumbamos en el sofá, donde nos ponemos nuestra ropa más cómoda, donde comemos, dormimos y vemos la televisión. Acostumbrados a ese espacio, que es una especie de extensión de nuestra propia piel, olvidamos en alguna ocasión si está todo lo ordenado que debiera, todo lo limpio o, incluso, si el olor del mismo es el más agradable que pudiéramos encontrar en él. Esto, que habitualmente nos resulta indiferente, se convierte en motivo de preocupación cuando se nos ocurre invitar a una chica a casa.

Ante todo debemos tener presente que el hecho de que la chica en cuestión visite nuestra casa no quiere decir necesariamente que dicha visita tenga que tener una significación sexual. La chica puede venir porque ya están cerrados los bares y ahí, cómodamente, podemos finalizar una conversación a medias. O porque queremos demostrarle hasta qué punto es cierto eso que le hemos dicho en alguna ocasión de que somos unos cocinitas. O porque, sabiendo que es muy aficionada a la lectura, queremos enseñarle nuestra espléndida colección de libros. O porque tenemos ese LP original cuya carátula firmaron hace veinte años los miembros de ese grupo musical que tanto nos gusta y queremos enseñárselo mientras tomamos una copa y lo volvemos a escuchar, esta vez juntos, por enésima vez. En verdad, el motivo importa poco. Lo que verdaderamente importa es que la impresión que es chica se lleve de nuestra madriguera será determinante a la hora de formarse una idea sobre nosotros. Eso, a la corta o a la larga, podrá incrementar, disminuir o eliminar de un plumazo nuestras posibilidades de triunfo.

Limpieza y orden

¿Qué debemos hacer, pues, cuando decidimos invitar a una chica a nuestra casa para que la chica en cuestión se lleve una impresión positiva de su visita a nuestro rincón particular? En primer lugar, realizar un sincero examen de conciencia. Miremos con ojos de visitante nuestro hogar y preguntémonos si, en caso de ser el piso de otra persona, nosotros nos sentaríamos cómodos y acogidos allí. Para que la respuesta sea positiva es imprescindible que el piso esté limpio y ordenado. Limpiar el polvo, barrer y fregar y, por supuesto, dejar el baño en perfecto estado de revista es fundamental para dar una impresión correcta. A nadie le gustan los cuartos de baño sucios, pero a las mujeres menos.

Al limpiar el cuarto de baño hay que prestar especial atención a los inodoros y a la bañera o al plato de ducha, lógicamente, pero también a los que tenemos a la vista. Si por cualquier motivo hemos tenido que usar una crema anti-hongos, qué duda cabe que quitarla de en medio es mejor, sin duda, que dejarla a la vista. Dejar algún jabón de mano sin estrenar y poner toallas limpias es, también, algo que siempre hay que tener en cuenta.

Si tenemos perro o gato hay que procurar limpiar todos los pelos que éste pueda haber dejado en el sofá, sillones, sillas, etc.

Una vez el piso esté limpio debemos preguntarnos qué podemos ofrecer al invitar a una chica a casa. Indudablemente, si conocemos sus gustos a la hora de beber y comer tenemos mucho ganado. Si no es así, lo mejor es disponer de algunas cosas básicas. Una botella de vino, alguna lata de cerveza, refrescos variados y café y té deberían figurar entre esas cosas básicas que, en nuestra despensa y en nuestra nevera, deberían satisfacer los gustos bebedores de esa chica que visita nuestra casa.

Algo que hay que tener presente cuando invitamos a una chica a venir a casa es algo que hay que tener presente en todo proceso de seducción: nunca hay que ir de lo que no se es. O sea: que no le digas a la chica que vas a invitar a casa que sabes cocinar si no sabes. Si aun así te has arriesgado a invitarla a comer o a cenar y no estás muy puesto en el tema de la cocina, recurre a lo más socorrido: pizza, pasta, tablas de paté, embutido o queso… Si vives en una gran ciudad seguro que encuentras lugares en los que comprar comida casera preparada que sólo deberás calentar en el horno o en el microondas. Y tómatelo relajadamente. Tampoco es necesario ofrecer a tu invitada un plato del Diverxo de David Muñóz o de El celler de Can Roca para quedar bien como anfitrión.

Diversión y ¿sexo?

Otra cosa importante a tener en cuenta al invitar a una chica a casa es tener en reserva alguna que otra película o algún juego de mesa. En cuanto a las primeras, lo mejor es tener a mano un manojo de clásicos. En cuanto a los juegos de mesa, siempre existe la posibilidad de tener juegos eróticos, pero no olvides las probabilidades de diversión que pueden proporcionar un parchís, unos dados o una simple baraja de cartas.

Que hayamos dicho que el sexo no es algo que inevitablemente deba suceder cuando invitamos a una chica a nuestra casa no quiere decir que éste no pueda tener lugar. Y para ello, lógicamente, hay que estar preparado. Las cosas suceden cuando suceden y, ¿quién pondría la mano en el fuego sobre las intenciones finales de una chica con la que tenemos una cierta relación y que ha aceptado venir a nuestra casa? Quizás ni ella misma las pondría por ella misma ni por sus reacciones antes de acudir a dicha cita. Quizás ella no viene a nuestra casa con esa intención pero, después, puestos en faena, una cosa lleva a la otra y lo que parecía imposible se produce. Por eso hay que estar preparado por si esa circunstancia se produce. ¿Y qué significa estar preparado? Fundamentalmente dos cosas. Una: tener las sábanas y las mantas limpias (porque se da por supuesto que nosotros ya lo estamos). Y dos: tener unos cuantos preservativos no caducados guardados en el cajón de la mesita. Si tenemos que abrir ese cajón ya podemos darnos con un canto en los dientes. El invitar a esa chica fue, definitivamente, una gran idea.