La llamada para conquistar
Lo has conseguido. Ya tienes el número de teléfono de esa chica que tanto te gusta. Ella te lo dio y aún te frotas los ojos cuando lo miras. Pero ha llegado el momento de usarlo. O de buscar el momento de usarlo. Si no se afronta esa decisión, ese número es apenas nada: cuatro garabatos en un papel arrugado, unas cifras guardadas en la memoria del móvil o una promesa que se va borrando sobre la superficie acartonada de un posavasos cualquiera.
Pero para hacer esa llamada para conquistar hay que llenarse de valor. En cierto modo, esta sensación que te embarga es muy parecida a la que te embargó cuando intentabas conseguir su número de teléfono. Como entonces, estás nervioso. No sabes cómo afrontar la conversación. El miedo hace que se te reseque la boca y que las palabras se nieguen a acudir a tu cerebro. ¿Qué decir? ¿Y cómo hacerlo? Ésas son las preguntas que te haces mientras sientes cómo el miedo se va apoderando de ti. Tienes miedo a que te rechacen. Más aún: tienes miedo a que ni siquiera te recuerde, a que esa chica no sepa en ese momento quién eres exactamente.
Ante todo: aparta de ti esos miedos. El ligar no debe plantearse como un tema de vida o muerte. Es mejor planteártelo como un juego. Si se gana, mejor que mejor. Siempre es bonito triunfar y levantar la copa de campeón y dar la vuelta al terreno de juego y mostrarla a todos aquéllos que pensaron que tú nunca ganarías esa copa. Pero no siempre que se juega se gana. Es más: hay que plantearse la derrota como una posibilidad de muy sencilla realización. Si se pierde, hay que encajar deportivamente la derrota y prepararse para el próximo partido o la próxima competición. El no saber perder no sirve para nada. Por no servir, ni siquiera sirve para prepararse mejor para la próxima competición.
Para ganar o perder hay que jugar y jugar, aquí, es realizar esa llamada para conquistar. Cuando la hagas, ten siempre presente una cosa: si esa chica es tan guapa como dices, si es tan especial, atractiva, interesante o bella, no serás tú el único de este mundo que la llame. Es más: es probable que esté acostumbrada a ello. Si te ha dado a ti su número de teléfono, ¿por qué no puede habérselo dado a otro? Que esto no te ofenda ni te haga sentir mal. Ese dato sólo da fe de la categoría de la chica que quieres conquistar y, en caso de triunfo, de las oleadas de envidia que levantarás a tu alrededor cuando lo consigas. ¿No te parece ése suficiente estímulo?
Cómo hacer una llamada para conquistar
Una vez tengas todo eso claro, llámala y dile dónde y cuándo os conocisteis. Seguramente eso bastará para que ella te ubique mentalmente. Una vez ubicado, quizás diga que sí a quedar contigo. Si lo hace, debes tener muy claro lo que quieres que signifique esa cita. ¿En qué quieres que consista? ¿En una comida? ¿Una cena? ¿Un simple quedar para tomar un café? Es importante que este aspecto lo tengas muy claro antes de llamar y que, cuando lo hagas, expongas claramente tu propuesta. Tu oferta debe girar ineludiblemente alrededor de eso. No tiene el mismo trasfondo una cita para tomar un café que una cita para cenar.
Teniendo claro eso, marca el número de teléfono de esa chica a la que quieres conquistar y espera con más o menos ansiedad su respuesta (sinceramente, aconsejamos un nivel reducido de ansiedad; la ansiedad es mala consejera a la hora de ligar). ¿Te recuerda? Mejor que mejor. ¿No lo hace? No te hundas. Piensa que ella, en aquel momento, cuando te dio el teléfono, podría estar ligeramente distraída. O incluso algo borracha. Esto no debe importarte; sólo debe darte pie a proponerle si le gustaría conocerte un día o si le apetecería salir alguna vez.
Si dice que sí, las propuestas pueden ser muchas: un café en una terraza del centro, una visita a una heladería, ir a cenar, acudir al estreno de una película largamente esperada, un picnic o un paseo por el parque, una exposición, un acontecimiento deportivo, un concierto, un espectáculo de danza, una obra de teatro, tal vez la ópera…
Si ella te dice que sí, pregúntale si quiere que pases por algún lugar a recogerla o si prefiere, por el contrario, quedar en algún sitio. Lo más habitual es que, para una primera cita, se opte por la segunda opción. El dar datos exactos del lugar en que se vive o trabaja es algo que resulta más apropiado para momentos en los que el nivel de conocimiento mutuo y de confianza entre galanteador y galanteada se ha vuelto más intenso.
Si, por el contrario, ella te dice “estoy ocupada”, “ahora no puedo”, “me resulta imposible” o alguna expresión semejante, no te llames a engaños: ésa es la manera delicada que utilizan las personas con una relativa educación para decir “no, gracias”. Una negativa (sea de ese estilo o sea más brusca y clara) no debe desolarte. En esto del ligue, la piel debe endurecerse. Los sentimientos no deben colocarse en exceso a flor de piel. Hay que guardarlos y esperar el momento adecuado para emplearlos. Los grandes conquistadores de la historia siempre lo hicieron así y nosotros no somos quiénes para enmendarles la plana.
Ante una negativa, lo mejor es dejar abierta una puerta a la esperanza y al futuro. En este caso, no estaría mal emplear una fórmula en la que al mismo tiempo se unan la aceptación y una propuesta. “Bueno, si en el futuro cambias de opinión y te apetece, me llamas, ¿vale?”, podría ser una fórmula aceptable. Una vez la hayas usado sólo te faltará dejar tu número de teléfono y pasar a otra historia. No te sientes junto al aparato a esperar esa llamada. Sinceramente: lo más fácil es que esa llamada no llegue nunca. Tú, mientras tanto, ve consiguiendo otros números de teléfono y haciendo otras llamadas para conquistar. Como bien sabes, el de conquistar es un arte que se domina a base de ejercicio y experimentación. Y la experimentación implica fracasos. Que esos fracasos no te aparten de tu destino. Él está esperándote en algún lugar y, quizás, para llegar a él, será fundamental la realización de una llamada para conquistar. Hay un sí esperándote. Dirígete hacia él.