Controlar el propio deseo

No nos engañemos. Al final, al final, el éxito o el fracaso de todo proceso de seducción no dependerá tanto de nuestra simpatía y nuestra empatía con la mujer a la que queremos conquistar como de nuestra capacidad para calentarla, para excitarla sexualmente, para conseguir que su libido se dispare y uno de sus objetivos en la vida sea llevarnos a la cama.

Lo primero que debes hacer para calentar a una mujer es controlar tu propio deseo. Si no controlas tu excitación, sin duda te resultará muy complicado el excitar a una mujer. Puede ser que a ella le resulte ciertamente halagador el observar tu deseo, pero lo más habitual es que a ella, sexualmente, le motive mucho más el contemplar tu seguridad en ti mismo al controlar tu propio deseo que la contemplación de tu deseo desbordado. Aunque estés deseando penetrarla ahí mismo, debes intentar dos cosas. Una: que ese pensamiento no te obsesione hasta el punto de monopolizar tu pensamiento e impedirte razonar con corrección. Y dos: que ese pensamiento no se haga transparente para ella.

Una mujer suele caer rendida en brazos de un hombre que la desee, no en los de quien se comporte con ella como un simple salido incapaz de controlar/disimular sus pulsiones más íntimas. Por ejemplo: aunque estés deseándolo para contemplar toda su belleza, no dejes tu vista prendida de sus pechos. Ya tendrás ocasión de contemplarlos, acariciarlos, besarlos, morderlos, etc. si tu estrategia de seducción, finalmente, triunfa. Mal asunto si la mujer a la que quieres calentar distingue de buenas a primeras en tu mirada que tu único pensamiento en ese momento, mientras hablas con ella, es la de practicar eso que tanto te gusta de la eyaculación corporal.

Controla pues, tu excitación y pon coto a tu deseo si quieres calentar a una mujer. Ella debe intuir la existencia de ese deseo (su existencia, ya decimos, es uno de los mejores piropos que puede recibir una mujer), pero no debe contemplarlo en su crudeza más básica, desatado y torpe. Un seductor que quiere calentar a una mujer es una cosa; un baboso, otra muy distinta.

El poder afrodisíaco de la palabra

Uno de los trucos que mejor suelen funcionar a la hora de calentar a una mujer es el de hablar de sexo con ella de una manera serena. Si lo haces, esa mujer te verá como a alguien que controla, que domina el tema, y eso activará el mecanismo de su curiosidad por ti. Si existe confianza, podrás incluso decirle aquello que más te gusta al practicar sexo. Al hacerlo, déjate siempre algo en el tintero. Después de todo, crear misterio respecto a uno mismo siempre es un buen recurso para espolear en los demás el interés por conocernos.

Si se ha llegado a ese grado de confianza en que temas tan íntimos pueden ser tratados, pregunta a ella, de manera delicada, por sus propios gustos. Lógicamente, de buenas a primeras no es conveniente preguntarle si le gusta o no practicar el sexo anal, pero sí puedes preguntarle por cómo le gustaría ser besada. Para hablar de ello pueden servir de referencia tantos y tantos besos como el cine ha dejado en nuestra memoria. Hablar de los besos entre Clark Gable y Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, Burt Lancaster y Deborah Kerr en De aquí a la eternidad, Bogart y Bergman en Casablanca, Ryan Gosling y Rachel McAdams en El diario de Noa, Richard Gere y Julia Roberts en Pretty Woman o Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic puede ser una excusa perfecta para, sirviéndose de ese gran recurso que es el cine, conocer un poco más sobre los gustos de esa mujer a la que queremos calentar y, de paso, llevarla a imaginar uno de esos besos. Al hacerlo, además, esa chica puede pensar en nosotros como en alguien que, llegado el caso, y más allá de satisfacer única y exclusivamente los propios deseos, va a preocuparse en mayor o menor grado por satisfacer sus gustos y hacer realidad sus fantasías. Esto, claro, puede funcionar como un afrodisíaco muy especial y efectivo para la mujer.

Si deseas aprender una serie de consejos básicos para hablar de sexo con una mujer, consulta el artículo que recientemente dedicamos a ello en este mismo blog.

A la hora de calentar a una mujer debes tener siempre presente que los procesos de excitación en hombres y en mujeres son notablemente diferentes. Así como a los hombres les basta lo visual para excitarse (por eso las revistas pornográficas tuvieron en su tiempo tanto éxito entre la población masculina), las mujeres necesitan recibir una serie de estímulos que, fundamentalmente, incentiven su imaginación. Sólo estimulando la imaginación sexual de la mujer conseguiremos, pues, que la mujer se caliente.

Una mujer no se calentará tanto contemplando una serie de fotos pornográficas como escuchando o leyendo un relato erótico. La palabra, así, se convierte en un instrumento fundamental a la hora de calentar a una mujer. Antes que calentar el cuerpo de una mujer hay que calentar su mente. Quizás es ahí, en ese argumento, donde podemos encontrar la clave del éxito de fenómenos literarios como Cincuenta sombras de Grey.

Caricias in crescendo

Otro de los detalles capitales a la hora de calentar a una mujer es dominar la técnica de la caricia a la hora de tocarla. Si habéis llegado al momento de las primeras caricias, éstas deben ser caricias muy medidas. El magreo desenfrenado tiene su encanto, pero ese magreo no debe ser, nunca, el punto de partida del camino a emprender cuando se quiere calentar a una chica. Más que ir directamente a acariciar sus pechos o a deslizar tus dedos bajo su ropa interior (por mucho que lo estés deseando, por mucho que tus dedos te lo estén pidiendo), puede resultarte más efectivo el tocar otras zonas de su cuerpo que, no siendo directamente genitales, sí que son especialmente sensibles. El cuello o las orejas serían dos de esas zonas.

En definitiva, de lo que ciertamente se trata a la hora de calentar a una mujer es de ir marcando un ritmo in crescendo. Así, tocarás los pechos y los genitales de la mujer cuando ésta, suficientemente excitada por las caricias dedicadas a esas otras partes de su cuerpo, casi suplique el que lleguen, por fin, esas caricias más íntimas. Éstas, además, deberán prolongarse durante un tiempo antes de que se produzca la penetración. Ésta será más deseada y más satisfactoria cuando ese tiempo de prolegómenos hay sido lo suficientemente largo como para que la mujer haya visto activa e incrementado su deseo sexual.

El estar cerca de ella, el enviarle textos “picantones” cuando no se está juntos o el susurrar palabras en su oído (si el grado de confianza ya lo permite) pueden ser, también, buenos recursos para calentar a una mujer.