Inteligencias para ligar

Seguro que conoces ese concepto. Es posible, incluso, que lo hayas oído hasta el hartazgo. No en vano hubo un tiempo no demasiado lejano en el que el concepto de “inteligencia emocional” se convirtió en una especie de mantra que daba buen tono al que lo citaba y que era algo así como la clave de bóveda sobre la que cualquier persona que quisiera triunfar en la vida (entendiendo el triunfar como sentirse cómodo y feliz en ella) debía fundamentar su comportamiento.

El concepto de inteligencia emocional, nacido de las teorías del psicólogo estadounidense Daniel Goleman, se adueñó de los libros de autoayuda y de algunos planes de estudio. Las emociones y nuestra manera de sentirlas determinaban el sentido de nuestra vida. Así, saber identificar y conocer nuestros sentimientos y emociones nos permitirá encauzarlos para, así, ejercer sobre ellos un autocontrol emocional que nos permitirá comportarnos siempre de la manera más beneficiosa para nuestro estado de bienestar.

El tener un alto índice de inteligencia emocional nos permite también reconocer las emociones en los demás, comprenderlas y, por tanto, aumentar nuestro grado de empatía, lo que servirá para mejorar nuestras habilidades sociales y, por tanto, para incrementar notablemente nuestra capacidad para establecer relaciones interpersonales de todo tipo. Qué duda cabe, pues, que poseer una buena inteligencia emocional es fundamental a la hora de ligar.

¿Qué es la inteligencia sexual?

Pero el de inteligencia emocional no es el único concepto que ha triunfado en los últimos años. También lo ha hecho, por ejemplo, el concepto de las inteligencias múltiples, acuñado por el también psicólogo estadounidense Howard Gardner y que sirve de guía a los proyectos educativos de muchos colegios de muchos países.

También tuvieron su momento de gloria los conceptos de inteligencia fluida y de inteligencia cristalizada, conceptos ambos creados por el psicólogo británico Raymond Catell y que hacen referencia, respectivamente, a la habilidad heredada para pensar y razonar de un modo abstracto y a la inteligencia que nace de la experiencia, la educación y el aprendizaje.

A todos estos conceptos (seguramente el primero, el de inteligencia emocional, es el que más debemos tener en cuenta cuando hablamos del proceso de la seducción y de sus posibilidades de éxito) se ha añadido, en los últimos tiempos, un concepto que, creado por los psicólogos Sheree Conrad y Michael Milburn, hace referencia a nuestro modo de vivir la sexualidad y de disfrutar de nuestra vida sexual. Ese concepto es el de inteligencia sexual.

Si tuviéramos que dar una definición de lo que es la inteligencia sexual deberíamos recurrir a las palabras de una de las personas que más saben de ella: la sexóloga y terapeuta de pareja María Esclapez. Ella es la autora del libro Inteligencia sexual. Desarrolla tu potencial sexual, practica sexo inteligente. María Esclapez ha definido la inteligencia sexual con las siguientes palabras:

“la capacidad para saber adaptar mente y corazón al desarrollo y envejecimiento del cuerpo, saber manejar el cuerpo y su respuesta sexual siendo consciente del propio cuerpo, conocer los gustos propios (lo que se desea y lo que no), hablar con naturalidad de sexo, tolerar la expresión sexual de los demás, explorar el propio cuerpo sin vergüenza o sentimientos de culpabilidad, descubrir lo que nos satisface sexualmente y comunicarlo a la pareja o conocer dónde están los límites y practicar sexo seguro, saludable y ético; entre otros”.

Como se ve, y sin querer pecar de generalistas, el convertir la inteligencia sexual en la guía que moviera nuestro comportamiento sexual supondría toda una reprogramación sexual de buena parte de los seres humanos que pululamos por ahí, buscando el modo de ser más felices.

Esa reprogramación sexual que debe conducirnos a incrementar nuestro nivel de inteligencia sexual debe sustentarse sobre una triple sintonía: la que deben establecer entre ellas nuestra mente, nuestras emociones y nuestra conducta. Lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace deben estar en armonía. Es decir: tan malo es realizar prácticas que, aunque placenteras, no son de nuestro agrado ni nos hacen sentir bien que renunciar de antemano a la realización de ciertas prácticas sólo por evitar la posible vergüenza de exponer nuestro interés en ellas o el miedo de recibir un no de nuestra pareja en respuesta a nuestra propuesta.

Ser o no ser sexualmente inteligente

Poseer inteligencia sexual es lo contrario a:

  • Odiar ciertas partes de nuestro cuerpo.
  • Realizar prácticas sexuales que no nos resultan satisfactorias.
  • No comunicarse con la pareja. Es decir: no exponer claramente qué nos gustaría hacer y no preguntar qué le gustaría especialmente a la otra.
  • Rechazar el propio deseo.
  • Rechazar la masturbación y la autoestimulación erótica.
  • Tener miedo a no estar a la altura o a hacerlo mal.
  • Avergonzarse de la propia sexualidad.

La inteligencia sexual radica, por ejemplo, en considerar el propio cuerpo una herramienta sexual y, por supuesto, en no considerarlo un enemigo. Llevarse bien con el propio cuerpo es imprescindible para gozar de un alto nivel de inteligencia sexual. Si no nos sentimos sexys, no disfrutaremos del sexo. Si tenemos vergüenza de mostrar nuestro cuerpo desnudo, no disfrutaremos del sexo. La autoestima, fundamental para tantas cosas (entre ellas el ligar o, cuanto menos, el optar a ligar), es la base también de la inteligencia sexual.

La persona con un alto nivel de inteligencia sexual:

  • No tiene prejuicios ni tabúes ni siente miedo ni pudor hacia la sexualidad.
  • Disfruta de manera abierta y activa de su sexualidad erradicando todo sentimiento de culpa.
  • Conoce su cuerpo y sabe lo que le gusta y lo que no.
  • No siente miedo ni vergüenza a la hora de expresar sus deseos ni de hablar de sexualidad.

La sexóloga María Esclapez aconseja también, para mejorar la propia inteligencia sexual, cuidar del propio deseo. Esclapez utiliza metáforas extraídas del mundo de la jardinería para ilustrarnos sobre en qué deben consistir los cuidados que debemos prestar a nuestro deseo. Ella habla de regar, de cultivarlo todos los días. Abonar el deseo y ayudarlo a crecer: eso es lo que debemos hacer con él. ¿Cómo? Utilizando juguetes eróticos, por ejemplo. O leyendo novelas, relatos o cualquier tipo de narrativa erótica. O mirando pelis o cortometrajes porno. O convirtiéndonos en aprendices de escritor para, fantaseando con historias sexuales, escribir nuestras propias historias eróticas. Ese esfuerzo de fantasía, sin duda, nos permitirá calentarnos y, al mismo tiempo, conocer nuestra sexualidad y nuestros sueños eróticos más íntimos con mayor profundidad.

Poseer una mayor inteligencia sexual hará que nuestros intentos de seducción tengan más posibilidades de acabar en éxito. Al menos, poseyendo una mayor inteligencia sexual no tendremos miedo a triunfar y a, llegado el momento de la intimidad, tener que “dar la talla”. El miedo al fracaso o MAF existe, y es uno de los lastres más grandes a la hora de triunfar en general y de ligar en particular. De él te hablaremos en un próximo post.