El hombre de hoy en día está perdiendo el arte de la seducción. Quien realiza una afirmación tan tajante es el doctor Raj Persaud, conocido psiquiatra británico y autor del ensayo Simplemente irresistible: la psicología de la seducción.

Persaud, en su estudio sobre la psicología de la seducción afirma que en la actualidad se cometen dos errores a la hora de valorar el porqué una persona es seductora. El primer error consiste en creer que la apariencia física es la única y exclusiva responsable de que una persona sea seductora o no. El segundo error consiste en interiorizar la idea de que el arte de seducir es algo con lo que se nace o no. Es decir: algo predeterminado, de alguna manera, de un modo genético. Según dicho “prejuicio”, se es o no se es seductor per natura; y punto. Este tipo de pensamiento resulta castrante para muchas personas. Dichas personas, considerándose no seductoras, renuncian a la práctica de la seducción para, de ese modo, librarse de hipotéticos fracasos. De alguna manera, lo que Raj Persaud propone en su obra es que, para poder dominar el arte de seducción hay que dar un primer paso y ese primer paso consiste en librarse del pensamiento descrito.

Persaud, desde su mirada de experto, advierte de la nefasta influencia que, desde su punto de vista, han tenido las redes sociales y las apps de citas como puede ser Tinder sobre lo que es la esencia de la seducción. De alguna manera, afirma Persaud, las aplicaciones de citas y las redes sociales han convertido la seducción “en desplazar una foto a la izquierda o la derecha y en tener conversaciones triviales” que difícilmente sirven para conocer en verdad cómo es la otra persona.

Las necesidades insatisfechas

Así, Persaud intenta recalcar dos ideas fundamentales en Simplemente irresistible: la psicología de la seducción. Dichas dos ideas son:

  1. Que el arte de seducir se puede aprender.
  2. Que el arte de la seducción es una habilidad que, además de servir para conquistar a alguien, puede servir también para conseguir cualquier objetivo vital.

Para ello hay que atender a un principio que no por menos básico es menos universal y que es aquél que nos dice que todas las personas, absolutamente todas, tenemos necesidades que no han sido satisfechas. Si descubrimos en una persona cuáles son sus necesidades insatisfechas y orientamos nuestro comportamiento y nuestra conversación a tratar sobre dichas necesidades, tendremos mucho ganado a la hora de seducir a esa persona.

Al tratar este tema, Raj Persaud enlaza la idea de la seducción con un concepto que comúnmente se olvida pero que está, en todo momento, presente en todas las facetas de la vida. Ese concepto no es otro que el de la transacción, el de dar a cambio de recibir. Así, para seducir y conquistar hay que pagar algo a cambio, hay que ofrecer algo que la persona a la que deseamos seducir necesita. Si no atendemos a las necesidades del otro es difícil que podamos seducir a ese otro. Y eso sirve para el amor y para la vida cotidiana. Si deseamos que el jefe nos promocione, apunta Persaud, deberemos ofrecerle algo que ningún otro trabajador pueda ofrecerle.

Este principio, que funciona perfectamente en las relaciones interpersonales, funciona también a mayor escala. El ámbito de la política, por ejemplo, sería, según Persaud, un buen escenario para comprobar hasta qué punto la capacidad de seducción de una persona depende en buena medida de su capacidad para atender o prestar atención a las necesidades no satisfechas del cuerpo electoral. Los resultados electorales de los diferentes candidatos que concurren a unas elecciones dependen principalmente de la capacidad de dichos candidatos para atender a las preocupaciones del electorado o, dicho de otro modo, a sus necesidades insatisfechas. Esa capacidad, apunta Persaud, serviría para explicar el éxito de los populismos, serviría para explicar el triunfo de políticos como Bolsonaro o Donald Trump.

“El éxito de los políticos que muchos llaman populistas”, sostiene el autor de Simplemente irresistible: la psicología de la seducción, “se debe a que detectan qué pone a la gente ansiosa (sus necesidades insatisfechas) y luego proponen una solución simple para ello”. Los miedos y los sentimientos, sostiene Raj Persaud, mueven al electorado con mayor facilidad y eficacia que los grandes temas. El político que en su discurso se aleja de esos grandes temas y hace referencia con mayor o menor continuidad a esos miedos y sentimientos que encarnan las preocupaciones insatisfechas del grueso del electorado, tiene, según Persaud, mucho ganado, electoralmente, sobre el político que actúa a la inversa. Y es que, aunque nos pese, las ideas simples son más seductoras que las ideas complejas. Y esta idea deberíamos grabárnosla en la mente para mejorar nuestra capacidad de seducción. No por ser más intensos o complejos seremos, necesariamente, más seductores.