¿Otra teoría sobre el amor?

Sucede cada año por san Valentín. El amor se convierte en tema de conversación. ¿Qué es? ¿Cómo nace? ¿Qué determina que una persona sienta atracción por otra o que dos personas conecten? ¿Es cuestión de física? ¿Es cuestión de química? El amor es, sin duda, una de los grandes temas de la humanidad. Filósofos, escritores, cantantes, antropólogos, psicólogos… todos han dicho algo sobre el amor. Las últimas ideas sobre el amor editadas están recogidas en La fórmula del amor, una obra firmada por el psicólogo y máster en neurociencias por la universidad berlinesa de Freie Miguel Iglesias y por la comunicadora Natalia Urdinguio y editado por Plataforma Editorial dentro de su colección Actual.

Según Iglesias y Urdinguio, “el amor no es una variable desconocida ni aleatoria, sino una habilidad que puede desarrollarse y enseñarse”. El amor, sostienen los autores de La fórmula del amor, es fruto de unos procesos biológicos y de unas interacciones químicas. La fórmula del amor incluye un test para que los lectores del mismo conozcan su perfil sináptico, es decir, el modo según el cual su cerebro establece conexiones neuronales. Tras conocer su perfil sináptico, la persona podrá encontrar a la pareja que más le conviene.

Iglesias y Urdinguio se han servido de la biología, la antropología y las neurociencias para desarrollar unos algoritmos de compatibilidad que les han permitido detectar una serie de perfiles de personalidad y el sistema que determina que unos determinados perfiles tiendan a sentirse atraídos por otros. Tras su estudio, los autores de La fórmula del amor han sostenido que “detrás del amor hay un cuidadoso plan de la naturaleza”. Tan cuidadoso que, según afirman, los perfiles de personalidad están repartidos de forma equitativa y lo están, sostienen, desde que “el Homo sapiens es el Homo sapiens”.

Cuestión de hormonas

Para Miguel Iglesias y Natalia Urdinguio, el amor es algo fundamentalmente fisiológico. El amor tiene mucho que ver con las descargas de serotonina, dopamina, etc. que se producen en nuestro cerebro durante el proceso del enamoramiento. Son esas reacciones fisiológicas las que nos aceleran el pulso ante la presencia de la persona a la que deseamos/amamos o las que nos hacen sentir lo que, de manera más o menos poética, hemos dado en llamar mariposas en el estómago. De hecho, si lo deseáramos, podríamos medir qué cantidad de oxitocina, dopamina, serotonina, etc. tenemos en nuestro cerebro y en nuestro organismo en las diferentes fases de una relación amorosa.

Urdinguio e Iglesias recogen en La fórmula del amor una idea que quizás no es nueva pero que aquí aparece sostenida con los resultados estadísticos obtenidos de sus estudios y esa idea es que la naturaleza nos muestra quién es la persona más compatible con nosotros. Otra cosa, sostienen los autores de La fórmula del amor, es que hagamos caso a lo que la naturaleza nos muestra. Y es que tenemos una tendencia un poco suicida a perseguir lo que no nos conviene, a tropezar más de una vez en la misma piedra, a hacer oídos sordos a la voz siempre sabia de la naturaleza.

Urdinguio e Iglesias han descrito varios tipos de perfiles sinápticos. ¿Qué determina la pertenencia a un tipo de perfil de personalidad o a otro? ¿Qué determina el que poseamos una personalidad concreta? Básicamente, la cantidad determinada de un tipo de sustancia que tengamos en el cerebro. Algunas de esos tipos de personalidad son los siguientes:

  • Las personas con mucha dopamina en el cerebro son personas impulsivas a las que les apasiona vivir el presente y que, corredoras de riesgos, tienden a la extravagancia.
  • Las personas con mucha testosterona en el cerebro son personas pragmáticas, ordenadas, persuasivas y motivadoras.
  • Las personas con muchos estrógenos en el cerebro son personas intuitivas y empáticas, mujeres y hombres a quienes no les gustan los conflictos y que se muestran muy tolerantes con la ambigüedad.

Los cuatro perfiles sinápticos

Los autores de La fórmula del amor distinguen cuatro perfiles sinápticos principales o primarios. Esos perfiles son los del explorador (dopamina), el constructor (serotonina), el director (testosterona) y el negociador (estrógeno). Según Urdinguio e Iglesias, cada uno de estos perfiles están afectados o matizados por otro perfil. Así, serían doce los perfiles sinápticos existentes (ése es el resultado de combinar los cuatro perfiles con los tres que los pueden combinar). Cada uno de esos doce perfiles de personalidad entenderían no sólo la vida, sino también el amor, de forma diferente. Para unos, el amor es algo que debe ser vivido de manera intensa y apasionada. Para otros, el amor es algo concebido como algo así como un acompañamiento vital desprovisto del carácter romántico y pasional que muchas personas otorgan al amor. Cuando una persona no se encuentra del todo a gusto con otra como pareja es, fundamentalmente, porque dos “sustancias” chocan entre sí.

Según los autores de La fórmula del amor, estar con una persona con la que no se es compatible es la receta más segura para la infelicidad. Otro camino directo a la infelicidad es mentir respecto a la propia personalidad, intentar crear una personalidad exprofeso para intentar conquistar merced a ello a una determinada persona. El consejo de Iglesias y Urdinguio no es otro que el que ya hemos dado en algún que otro artículo de nuestro blog: hay que actuar siempre de acorde a nuestra personalidad. O, lo que es lo mismo: debemos mostrarnos tal y como somos. Sin fingimientos ni falsedades. Después de todo, nunca debemos olvidar que cada uno de nosotros somos adictos a nuestra propia droga, a la que está hecha para nosotros. Será únicamente a ésa, y no a ninguna otra, a la que nos enganchemos. Nunca conseguiremos drogarnos con una droga que no sea la nuestra. Nunca conseguiremos engancharnos a ella.

Según los autores de La fórmula del amor, las tres parejas de perfiles de personalidad más compatibles son las siguientes:

  • Explorador con explorador (conjunción de dopaminas).
  • Constructor con constructor (conjunción de serotoninas).
  • Director con negociador (combinación de testosterona con estrógenos).

La compatibilidad de personalidades, sin embargo, y según señalan Urdinguio e Iglesias, no es sinónimo de duración. Por ejemplo: los exploradores tienen una percepción del tiempo muy particular. Para el explorador, una pareja es una persona con la que jugar. Si el juego se vuelve aburrido hay que cambiar de pareja. El explorador es, por definición, alguien a la busca continua de situaciones que le emocionen.

Iglesias y Urdinguia han prestado mucha atención a los estudios de la científica Helen Fisher. Fisher fue quien diseñó el algoritmo de Tinder. De él hablamos en nuestro artículo “Un algoritmo para encontrar pareja”. Ha sido ella quien, a raíz de sus trabajos en el Massachusetts Institute of Technology, a proporcionado a los autores de La fórmula del amor los cuatro tipos de personas de las que hemos hablado en este artículo.