El cocinillas ligón

Seguro que alguna vez en tu vida has escuchado eso de que “al hombre se le conquista por el estómago”. ¿No crees que ésta es, como tantas otras expresiones populares, una expresión que atufa un poquito a machismo? ¿Es que las mujeres no pueden disfrutar de la buena cocina? ¿Es que las mujeres no pueden gozar ante un plato bien cocinado? ¿Es que deben estar condenadas irremisiblemente al imperio de la ensalada y la dieta? ¿Es que no pueden adorar el platillo de callos, las tostadas de foie, las salsas, los platos con fundamento? Los hombres que asumen que, a la hora de sentarse a la mesa, las mujeres pueden disfrutar de la gastronomía tanto como los hombres tienen algo ganado a la hora de conquistar a esas mujeres. Esos hombres saben llevar a las mujeres a buenos restaurantes y, llegado el caso, saben dar un paso adelante, ajustarse el delantal, meterse entre fogones y marcarse un plato que, como una flecha de Cupido, llegue al corazón de la mujer a la que se quiere conquistar previo paso por un estómago que, agradecido, loará el esfuerzo culinario del aprendiz de seductor tal y como se merezca.

Karlos Arguiñano, el famoso y televisivo cocinero vasco, lo ha dicho en más de una ocasión: cocinar sirve para ligar. Las mujeres ven algo sexy en el hombre que cocina en exclusiva para ellas. Después de todo, el cocinar para alguien es, en cierto sentido, un acto de amor, una manera de demostrar a la persona para la que estamos cocinando que nos importa. Bigas Luna, el famoso director español que convirtió el erotismo y la gastronomía en dos de sus grandes pasiones, afirmaba a menudo que “cocinar es como hacer el amor”. Así, en cierto modo, el hombre que se luce cocinando ante una mujer está “haciéndole la corte” mientras, metafóricamente, le muestra el tipo de persona que es.

La modernidad, que está al tanto de todo y a la que le gusta crear nombres, ha creado un término para definir a ese hombre que, sin ser un chef profesional, gusta de tener cuchillos y ollas de calidad, de ir al mercado a escoger los productos con los que va a cocinar, de emplear tiempo en buscar nuevas recetas, de prepararlas, de emplatarlas… A ese hombre, metódico, limpio y organizado que hace lo que tradicionalmente siempre hicieron nuestras abuelas y nuestras madres, siempre se le ha llamado cocinillas. Cuando la intención del cocinillas de toda la vida no es sólo la de gozar cocinando sino también la de conquistar a una mujer con los platos cocinados por él, el cocinillas se convierta en gastrosexual, que es palabro que, sin duda, suena más moderno y mucho más in.

El gastrosexual, sin embargo, no es un cocinillas que ejecuta y sirve platos de supervivencia. El gastrosexual no ofrece a su pareja un plato de lentejas ni un potaje de garbanzos. En esos platos no existe glamour y lo que el gastrosexual busca es impactar con lo sorprendente, con lo elaborado, con lo visualmente llamativo, con lo que puede acercarle, aunque sea lejanamente, a las figuras de Dabiz Muñoz, a Ferran Adrià, a Jordi Cruz o a Martín Berasategui.

El término gastrosexual fue creado por Future Foundation, una empresa británica especializada en detectar tendencias. Tras realizar un estudio, el equipo de Future Foundation editó un informe en el que se sostenía que “las mujeres aman a los hombres que cocinan, a los que presuponen una sensibilidad y cuidado por el detalle que añade erotismo a la escena”. Según algunos estudios, los gastrosexuales son, mayoritariamente, hombres de entre 25 y 40 años de edad, solteros, y de estatus socioeconómico medio-alto.

El sex-appeal del hombre asumiendo un rol femenino

Roser Armills, autora, entre otras obras, de Las 1001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia, sostiene que muchas mujeres no soportan a los hombres cuando ejercen como tales siguiendo los esquemas implantados en la sociedad machista. Para esas mujeres, afirma Armills, resulta mucho más atractivo un hombre que adopta roles tradicionalmente asociados al género femenino. Muchos hombres, sabedores de esto, incorporan en sus perfiles en las redes sociales y en las apps para ligar el dato “me gusta cocinar”.

¿Lo has hecho tú? Si lo has hecho, debes saber que hay datos que no pueden incluirse al tuntún en un perfil. ¿Imaginas lo que sucedería si esa chica a la que deseas conquistar, creyéndote un cocinillas, te insinúa o pide directamente que cocines un plato para ella? Hacerse pasar por gastrosexual sin serlo no es buena idea. Nunca es una buena tarjeta de presentación ante una persona a la que queremos seducir hacernos pasar por lo que no se es.

Si no eres un gastrosexual de raza y quieres servirte de la cocina para conquistar a una chica, ya sabes lo que te toca: aprender a cocinar. Y con ello no decimos que sepas freír un huevo. Con ello decimos que debes aprender a dominar una serie de técnicas que, llegado el caso, te sirvan para sorprender a la mujer que quieres conquistar cuando la invites a tu casa y cocines para ella. Quizás no hace falta que aprendas la técnica de la esferificación (que, dicho sea de paso, tampoco es tan complicada de realizar una vez que se adquiere una mínima práctica y siempre puede resultar muy resultona), pero sí deberías aprender a elaborar las salsas básicas (ya sabes: bechamel, de tomate, holandesa, mahonesa, velouté, española…), deberías saber realizar los diferentes cortes a cuchillo (puede resultar muy excitante para la mujer verte manejar el cuchillo de cocina mientras cortas en juliana, en brunoise, en mirepoix, en rondelle, en paja…) y deberías, sobre todo, ser extremadamente cuidadoso con la presentación. Después de todo, la comida debe entrar también por la vista y una buena presentación de un plato sirve para proyectar una buena imagen de quien lo ha emplatado.

Si deseas convertirte en un gastrosexual y aprender a cocinar para ligar sólo tienes que hacer una cosa: apuntarte a algún curso de cocina. Los crusos presenciales, sin duda, son los mejores. En ellos, además, puedes conocer a chicas y hacer nuevas amistades. Aunque si no dispones de excesivo tiempo para acudir a un taller de cocina siempre puedes optar por seguir alguno de los numerosos cursos online que puedes encontrar en la red. ¿Te animas? Quizás lo que, a nivel de seducción, no has conseguido bailando, charlando, yendo al cine o escribiendo cartas de amor, lo consigas cocinando y sirviendo una sopa de verduras con champiñones y apio o un timbal de merluza con alioli y espárragos verdes.