El obstáculo del ego

Son muchos los artículos de nuestra web en los que hemos hablado de la importancia de la autoestima a la hora de ligar. En artículos como “El secreto de la autoestima” o “Cómo mejorar la autoestima” hemos destacado la importancia capital de sentirse bien con uno mismo y de valorarse para, en base a ello, poder acercarse a otra persona para proponerle un tipo determinado de relación. En esta ocasión vamos a centrar nuestra mirada en otro gran obstáculo que puede dificultarnos la misión de ligar: el ego.

¿Qué es el ego? Contestar a esta pregunta ha ocupado las mentes de muchos de los grandes pensadores de la historia de la filosofía. Kant, por ejemplo, concebía el ego como una entidad en la que se incluía cada representación mental que la persona lleva a cabo. Sartre, por su parte, esbozó un retrato del ego en el que éste aparecía representado como una parte de la conciencia.

Si hay una corriente del pensamiento que ha prestado especial atención al ego y lo ha colocado en el centro de toda su filosofía, ésa ha sido el psicoanálisis. Sigmund Freud, que sentó las bases del psicoanálisis, apuntó que el ego es la representación de la realidad y la razón, el encargado de controlar las pulsiones del “ello”, quien, de alguna manera, intenta satisfacer los deseos de éste de una manera aceptada socialmente.

Las filosofías orientales, por su parte, cargan las tintas de forma negativa sobre el ego. Considerado una fuente de sufrimiento, el ego es el fruto de vivir demasiado apegados a nuestros pensamientos y necesidades. El ego, apuntan estas filosofías, tiene un interés malsano en emplazarse sobre todo, en dominarlo todo. Al conseguirlo, la persona tiene una visión distorsionada de sí misma y de la realidad, y esto, a medio o largo plazo, solo puede ocasionar problemas.

Un ego que domina todas las facetas de la personalidad de un ser humano es un ego que necesita continuamente ser alimentado desde el exterior y, cuando eso no sucede, la persona se siente mal psicológicamente, falta de algo, y experimenta o puede experimentar todo un amplio abanico de sentimientos negativos. En ocasiones ese ego no suficientemente alimentado desde el exterior se convierte en timidez. En otras ocasiones, en rabia, miedo, pena, etc. Al aparecer dichos sentimientos lo que se demuestra es que el exceso de ego no deja de ser, en ocasiones, una falsa seguridad, una dependencia camuflada de la opinión que los demás puedan tener de nosotros.

Cuando se desea iniciar una relación de pareja hay que procurar saber, aunque sea de una manera un tanto aproximada, en qué nivel se halla nuestro ego y en qué lugar se halla el ego de la persona a la que queremos conquistar. Los expertos en relaciones de pareja aseguran que el amor en plenitud, el amor enriquecedor, el amor íntegro y espontáneo sólo puede vivirse cuando se desactiva el ego. Controlar el ego de la otra persona y desactivar en gran medida el nuestro nos acercará a vivir una relación más sana y enriquecedora, una relación de iguales que dan y reciben al mismo tiempo.

¿Cómo identificar el ego de los otros?

Cuando nos acercamos a una persona, podemos sentirnos deslumbrados por su confianza en sí mismas y por su inclinación a la protección. Eso puede hacer que esa persona nos resulte especialmente deseable o atractiva. Sin embargo, si fijamos nuestra mirada seductora en una persona así y queremos ligar con ella de una manera seria, debemos tener presente que existe la probabilidad de que dicha seguridad puede ser debida no tanto al disfrute de una sana autoestima como a un exceso de ego o, dicho de otro modo, a la posesión de un ego desequilibrado.

Estas personas de ego desmesurado deben ser incluidas en el grupo de las personas tóxicas, de las que ya hablamos en otra ocasión en uno de nuestros artículos. Por eso hay que tener cuidado con ellas: porque lo que parecen virtudes no lo son tanto y porque lo que nos deslumbra no es más que un cebo, una manera de crear expectativas que, en verdad, son una treta de dominación. La persona que actúa así lo que hace no es ofrecer amor ni cariño sincero. Lo que hace es buscar ese alimento exterior que su ego necesita para nutrirse.

Una persona con el ego desmesurado utiliza muchos subterfugios para lograr alcanzar lo que su psicología le exige. Entre esos subterfugios o tretas podemos descubrir los siguientes:

  • Uso de la victimización.
  • Necesidad extrema de ser reconocidos en cada uno de sus gestos, actos, palabras, etc.
  • Búsqueda reiterada de culpables a quienes “echar el muerto” de alguna situación conflictiva que él mismo ha creado.
  • Colocación de trabas al crecimiento personal de la persona que le acompaña.

Sin duda, si ligamos con una persona y comprobamos que esa persona utiliza estas tretas, debemos intentar, cuanto antes, desactivar el ego que la impulsa a comportarse así y que, de permanecer de ese modo, acabará afectando profundamente a la relación. Y si somos nosotros los que tenemos ese ego desmesurado, procuremos también desactivarlo, porque la persona que esté enfrente puede detectarlo y, en consecuencia, puede cerrarnos todas las puertas de acceso a su intimidad.

Controlar el propio ego

¿Cómo controlar nuestro propio ego? ¿Cómo reducir su influencia en nuestros actos y comportamientos? ¿Cómo desactivarlo? Siguiendo una serie de pasos. Esos pasos son los siguientes:

  • Analizar el propio yo de manera sincera y honesta. Es decir: mirar nuestro espejo interior para ver qué aparece reflejado en él y, sobre todo, para ver qué es exactamente lo que buscamos cuando adoptamos una determinada actitud o nos comportamos de una manera concreta. Viendo eso, sabemos qué es lo que nos falta. Seremos conscientes de ello y, al serlo, actuaremos en consecuencia.
  • Aceptar la imagen que muestra el espejo y aprender a valorarla. Eso, claro, no quiere decir que no intentemos mejorar lo que el espejo nos muestra. Lo que no debemos es disimularlo fingiendo ser otra cosa.
  • Aprender a premiar a los demás con nuestro respeto o nuestra aquiescencia o, si es necesario, con nuestra moderada admiración. Fijando la vista en los demás y despegándola de nuestro propio ombligo podemos aprender muchas cosas que pueden resultarnos muy útiles para ser más competentes socialmente y, con ello, para tener más posibilidades de ligar.
  • No tomarse nada por el lado personal. Hacerlo implica dejar que el ego nos domine.
  • Practicar el anonimato. Es decir: actuar de una manera positiva sin intentar recalcar que hemos actuado así, sin intentar buscar el aplauso o el reconocimiento por lo que hemos hecho.
  • Abrirse a nuevas experiencias. Eso servirá para malear el ego, para que éste vaya moderándose y adquiriendo unas proporciones que no frustren la tentación de ligar.

Adoptando todas o, cuanto menos, algunas de las medidas apuntadas anteriormente, podremos controlar nuestro ego y mantenerlo en unos niveles adecuados. Eso nos permitirá, sin duda, tener más opciones de ligar.