Las características del seductor

Están ahí. Y es con ellos con los que tenemos que competir cuando queremos a conquistar a una mujer. No son necesariamente guapos. No son obligatoriamente altos. Simplemente, parecen moverse dentro de una burbuja especial. Tienen “algo” y ese “algo” crea, alrededor de ellos, un campo magnético de atracción. Son los que entran en un lugar y de inmediato atraen todas las miradas. Son, en cierto modo, hipnóticos. Son, claro, los seductores. Y lo pueden ser para conquistar a una mujer, claro, pero también lo pueden ser para conquistar nuestro voto, nuestra atención si presentan un noticiario televisivo o un programa de radio o nuestra decisión de compra si intentan vendernos algo. Su poder de atracción es tan grande que, singularizándose por encima de la masa, los seductores nos obligan a preguntarnos: ¿qué tienen para serlo? O, dicho de otra forma, ¿por qué el seductor lo es?

Son muchos los psicólogos que han intentado dar respuesta a esta pregunta. Uno de ellos, Alberto Hidalgo, autor del libro Psicología y seducción, ha intentado en dicho libro dar respuesta a esta pregunta. Hidalgo ha dicho que al seductor “la seducción les nace desde dentro”. El seductor no hace nada para serlo; simplemente lo es. Al seductor, afirma Hidalgo, la seducción le fluye de dentro. El seductor es, según sus palabras, espontáneo, encantador, fascinante, motivador, atrayente… El seductor se muestra con absoluta naturalidad ante los demás. El poder de seducción no es nunca una carga para él, sino un motivo para disfrutar en todas las facetas de su vida. El seductor se mueve a sus anchas en el espacio de su propia personalidad y te conquista por algo que Hidalgo describe así: [el seductor] “te entusiasma con tu propio entusiasmo, te hace sentir bien con su propio bienestar y disfrutas con esa persona porque aprecias que está disfrutando contigo”.

Inteligencia emocional

El seductor es un maestro de la empatía, sabe ser gentil y, al mismo tiempo, coqueto. En definitiva: sabe influir sobre los otros, sabe persuadir y sabe generar impacto, y eso es así porque, según se sostiene en muchas teorías, el seductor posee un alto nivel de eso que se llama inteligencia emocional.

La influencia del seductor sobre los demás es instantáneo. El seductor natural contagia estados de ánimo y lo hace porque sí. Sin esfuerzo. Con generosidad. En ese aspecto, Alberto Hidalgo distingue al seductor natural del seductor estratega. El seductor estratega sí persigue un fin. El seductor estratega presta una atención exhaustiva a su forma de hablar, a su forma de comportarse, a su forma de moverse. El seductor estratega, afirma Hidalgo, “desarrolla técnicas de persuasión”. Para hacerlo, imita (sólo imita) el comportamiento del seductor natural. Y es que el seductor natural no persigue nada con su forma de comportarse. Simplemente, es así. No puede ser de otra manera.

El seductor natural utiliza prioritariamente dos armas y lo hace de un modo natural e inconsciente. Esas dos armas son la palabra y el cuerpo. El seductor natural sabe hablar. Es decir: sabe entonar y sabe jugar con los silencios. Saben respirar cuando hablan. Saben colocar las pausas en los lugares adecuados. Saben salpicar su discurso de anécdotas, metáforas, etc. Y todo eso lo emplean, además, sirviéndose de la comunicación no verbal. El seductor natural sabe usar su cuerpo para comunicar e influir. Se mueve con lentitud, sabe sonreír, sabe mirar a los ojos, sabe dar la mano, sabe abrazar…

Y es que los gestos y la manera de moverse desempeñan una función capital en el proceso de la seducción. La regla Mehrabian, basada en los estudios antropológicos de Albert Mehrabian, profesor emérito de la Universidad de California, lo demuestra. Según dicha regla, cuando una persona nos habla desde la emoción, nosotros captamos su mensaje siguiendo los siguientes porcentajes:

  • el 7% los recibimos por las palabras en sí;
  • el 38%, por el tono de voz y otros detalles propios de la vocalización;
  • y el 55% por el lenguaje corporal.

Es decir: la mayor parte del mensaje de que una persona que habla desde la emoción lo captamos a partir de su comportamiento gestual y de su actitud postural. Así, cambiar nuestra gestualidad (algo que no es fácil), podría servir para incrementar nuestra capacidad de seducción.

Los estudios señalan cómo la mayor o menor capacidad de seducción, al igual que otras características del ser humano, viene determinada desde el nacimiento. ¿Quiere eso decir que siempre permanecerá igual? No. Ni mucho menos. Al igual que el resto de características, la capacidad de seducción crece o evoluciona dependiendo de cómo se estimule o trabaje. La inteligencia emocional, clave, como hemos visto, en la personalidad del seductor, puede trabajarse desde la más temprana edad. La educación y los modelos que se tengan al alcance determinarán hasta qué punto se perfeccionará o potenciará una cualidad innata.

Los psicólogos apuntan que la primera mejora que debe realizar una persona que quiera potenciar su potencial seductor es la de aprender a disfrutar de la vida. Nada seduce más que una persona feliz. Y una persona feliz no es una persona que a cada paso necesita pensar qué hacer o qué decir para conseguir un objetivo. Ser emotivo, ser entusiasta, ser divertido: ésa es la mejor manera de seducir. Si no eres una persona así, ¿crees que podrás serlo?