El sexo como objetivo

No nos engañemos. Los chicos lo llevamos grabado en la cara desde el mismo momento en que conocemos a una chica por la que sentimos una cierta atracción. Lo llevamos grabado en la cara y su nombre es sexo. Eso es lo que buscamos desde el mismo instante en el que el mecanismo de la atracción se pone en marcha: sexo. Podemos estar hablando de cine, de la última novela de María Dueñas o de la próxima gira de Pablo Alborán (sí, de esas cosas podemos llegar a hablar cuando queremos conquistar a una mujer). Podemos estar debatiendo sobre los últimos acontecimientos políticos o rememorando aquellos tiempos en los que éramos compañeros de instituto. Nada de eso tendrá la suficiente fuerza como para arrancar de nuestra mente un pensamiento que está ahí, fijo en algún lugar de nuestro cerebro, y sobre el que volvemos una y otra vez: las ganas de tener sexo con esa mujer.

Ese pensamiento no debe preocuparnos. No debe hacer que nos sintamos sucios. Al fin y al cabo, es un pensamiento natural. Está grabado en nuestros genes. Lo único que debemos procurar es que ese pensar en sexo no se convierta en un factor obsesivo que, llegado el caso, pueda llegar a arruinar la relación sexual que podamos mantener con esa persona. Nada peor que la ansiedad para mantener una buena y satisfactoria relación sexual en la primera cita.

Naturalidad e instinto

Nunca hay que plantearse el sexo como algo especialmente complicado ni complejo. Tampoco hay que establecer el sexo que se puede contemplar en las películas porno como el modelo a imitar. El cine es cine. Del mismo modo que no te vas a enfundar unas mallas azules y una capa roja para lanzarte desde la ventana con la intención de volar, tampoco te plantees la relación sexual que puedas mantener con la chica recién conquistada como un reflejo de las que en alguna ocasión has visto mantener a Rocco Siffredi o a Nacho Vidal en alguno de sus films. Es mejor que leas libros bien documentados de sexualidad o que te sumerjas en los contenidos de algunas páginas web desde las que, de un modo u otro, se pretenda realizar una tarea de educación sexual y erótica.

Piensa en primer lugar que para hacer bien el amor lo mejor es dejarse llevar por el instinto. El instinto es sabio. Con ello no queremos decir que las técnicas que puedan aprenderse en manuales tipo Kama Sutra o en lecciones de sexo tántrico no sirvan para mejorar el nivel de nuestras relaciones sexuales, ni mucho menos. Pero esas lecciones no podrán, en modo alguno, sustituir a la naturalidad avasalladora, excitada y excitante del instinto.

Seguramente dicho instinto te empujará a dar el primer beso. Es importante que, en este aspecto, tomes la iniciativa. En ciertas cuestiones, la tradición (por muy sexista que pueda parecer) acostumbra a ser el mejor camino a seguir. De la importancia de ese primer beso ya hemos hablado en alguna ocasión. Pero tampoco te obsesiones con él. El sexo debe servir para divertirse, no para coger una úlcera. Además: piensa que ella puede estar tan nerviosa como tú. Es más: es muy probable que así sea. Asumido esto, intenta relajarte. Y transmite a tu pareja una sensación de tranquilidad. Eso hará que ella también se relaje. Relajados ambos será mucho más sencillo disfrutar de vuestro tiempo de sexo. Después de todo, el sexo es una de las mejores cosas que, dentro de una relación, puede compartir una pareja. Y de esa manera hay que vivirlo.

Lentitud y respeto

Eso sí: para tener una buena sesión de sexo en la primera cita (y en cualquiera de ellas) es fundamental no tener prisa. El sexo no es una carrera. Y no hay que querer llegar al final cuanto antes. Como acostumbra a decirse: el mayor placer está en el camino. Por eso (y porque tu pareja lo agradecerá) hay que prestar especial atención a los preliminares. Lentitud y sensualidad: estos conceptos deberán guiar todo encuentro sexual. Presta atención a sus zonas erógenas y estimúlalas convenientemente. Combina besos y caricias. Atiende a sus reacciones

En un primer encuentro sexual puede resultar interesante centrar lo sexual en la masturbación. La masturbación puede servir, en ese primer encuentro, para que la pareja se relaje más aún y, una vez recuperados de la dicha orgásmica, extraigan un mayor placer de su cita con un envite sexual de mayor calado.

Si encuentras cualquier tipo de resistencia en la chica con la que has quedado, no intentes forzar la situación. Y sé positivo. No pienses que esa resistencia es un rechazo frontal a tus encantos y a tu persona. Piensa más bien que ese rechazo puede ser resultado de sus nervios y que esos nervios pueden estar actuando de manera negativa bloqueando su capacidad de disfrutar del momento. Ése, precisamente, será el momento de demostrarle que puedes esperar.

Comportarte como un caballero generará confianza en ella y ayudará a que pueda relajarse. De esa relajación dependerá, en gran medida, que esa chica finalmente se entregue a compartir contigo ese tiempo de desenfreno y placer. Después de todo, y pese a la importancia del sexo, éste no debería arruinar una primera cita. Quizás éste llegue en la segunda cita. O quizás no llegue nunca. No te obsesiones. El de la amistad también es un gran sentimiento. Y puede ser más duradero que el del amor.

Eso sí: si el encuentro sexual llega a cuajar, no menosprecies nunca la tarea que el humilde preservativo puede prestarte. En esta cuestión primordial no hay que pecar de exceso de confianza. Una simple y fina barrera de látex puede librarte de una enfermedad de transmisión sexual (en ocasiones están ahí, casi invisibles, y la persona que la padece y transmite no es consciente de ello) o de los quebraderos de cabeza que siempre acarrea un embarazo no deseado.